Luego de dos horas y media de máxima tensión, los militares que tomaron la plaza Murillo minutos antes de las 15:00 comenzaron a retirarse del lugar a las 17:30, tras la orden emitida por el nuevo comandante del ejército José Wilson Sánchez Velásquez.
“Ordeno que todo el personal que se encuentra en las calles deben retornar a sus unidades”, instruyó Sánchez durante su discurso tras su posesión como nuevo comandante del ejército. Tomó juramento ante el presidente Luis Arce.
Un grupo de tanques que estaban en fila en las afueras del regimiento Ingavi en la ciudad de El Alto también comenzaron el repliegue casi en simultáneo.
Unas 20 tanquetas y una cantidad aún no especificada de militares, la mayoría encapuchados, irrumpió en plaza Murillo. Lideraba las acciones el general Juan José Zúñiga, quien hasta entonces seguía al mando del ejército. En sus declaraciones a la prensa nunca aclaró cuáles eran sus intenciones. Mencionó que pretendía restituir la democracia, también habló de liberar a los presos políticos, entre ellos la expresidenta Jeanine Añez y el gobernador electo de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho. Incluso tuvo un cara a cara con el presidente Luis Arce, en Palacio Quemado, quien le ordenó replegarse.
Desde el gobierno, con el presidente Arce en primera línea, denunciaron que se trataba de un golpe de Estado. El exministro de Defensa, Reymi Ferreira, consideró que se trataba de un acto de sedición y no de una intentona golpista, ya que era un acto aislado al que no se habían plegado las principales unidades militares. El incidente se circunscribió solo a la toma de la plaza Murillo, no hubo ningún asalto a otra institución o infraestructura.
