Tribuna

Herland Vaca Díez y el Covid-19

| 2024-03-03 08:52:02

Ha causado profunda consternación el fallecimiento del Dr. Herland Vaca Díez Busch, y queremos rendirle nuestro sincero homenaje de gratitud y respeto. Fue un cruceñazo que sirvió primero como profesional médico en los diferentes hospitales de Santa Cruz, y terminó en su centro especializado en trasplante de riñón, toda una referencia en la ciencia médica nacional e internacional. La vocación de servicio le imponía combinar su trabajo profesional con el liderazgo cívico: fue Presidente del Comité Pro-Santa Cruz y trabajó incansablemente por la defensa de los principios, valores e identidad de los cruceños. Era un hombre sencillo, carismático, desprendido, amigo de los indígenas de Tierras Bajas, con valores éticos y morales, un verdadero ejemplo a seguir.

En plena pandemia y confusión reinante, defendió y promovió el uso de la Ivermectina para el tratamiento de pacientes con coronavirus. La autorización de este producto por parte del gobierno boliviano, cambió en parte no sólo el rumbo de la pandemia sino además aceleró la llegada de la “nueva normalidad” y la recuperación gradual de la economía nacional. El nefrólogo y especialista en trasplante y tratamiento de insuficiencia renal, estaba convencido de que la Covid-19 podía ser tratada con medicamentos que ya habían sido usados en otras epidemias con resultados positivos.

Como buen científico y convencido de sus conocimientos, sugería no tenerle miedo, ni esperar que las soluciones siempre vengan de afuera (del exterior), y que Bolivia tenía el capital humano formado como para lanzarse a combatir el coronavirus. Esta idea surgió cuando los números de contagiados y fallecidos se disparaban en el departamento de Santa Cruz. Y los únicos medicamentos era la Ivermectina, hidroxicloriquina, azitromicina, entre otros, que existían en el mercado nacional, y a muy bajo costo. Estos fármacos estaban autorizados además por la oficina especializada de EE.UU. (administración de alimentos y drogas) y se venían usando, por ejemplo, en la República Dominicana.

Los desafíos del doctor Vaca Díez y la autorización del gobierno, llegaron en el momento histórico preciso en que la Covid-19 hacía de las suyas y tenía de rodillas a la humanidad, y la única vacuna disponible era el barbijo, lavado de manos con agua y jabón y el distanciamiento social. Y como se trataba de un virus desconocido, había que esperar que las investigaciones y los científicos (externos) descubran cómo contrarrestar los avances letales de la Covid-19.

El uso de la Ivermectina no sólo fue una llamada de atención a los diferentes equipos científicos nacionales e internacionales, sino también ayudó a despejar el dilema del ciudadano entre resignarse a la muerte y probar (suerte) con medicamentos de los pobres, como lo bautizó el doctor Vaca Díez. A no hacer nada, cualquier experimento (por muy audaz que haya parecido) siempre era bienvenido, y si ayudaba a salvar vidas se convertía en una bendición. Había el riesgo, sin embargo, que las grandes industrias farmacéuticas objeten y obstaculicen cualquier iniciativa local que vaya contra sus intereses, que no siempre coinciden con los intereses de la población consumidora de sus medicamentos.

La comunidad científica tenía la palabra y se esperaba que no se oponga a los avances (nada conservadores), que se hacían desde este otro rincón del mundo. La ciencia y los científicos eran los llamados a contrarrestar el coronavirus y la industria farmacéutica su producción y comercialización. En realidad, la Organización Mundial de la Salud no tenía en ese momento autoridad moral para oponerse, porque tampoco tenía algo concreto que ofrecer, salvo la higiene y el distanciamiento social.

La autorización del uso de la Ivermectina y la posibilidad de ampliar a otros medicamentos, existentes en el mercado nacional, ayudó a minimizar la crisis sanitaria y fue un alivio especialmente para las familias de escasos recursos. Lo irracional era no hacer nada, mirar de brazos cruzados y seguir buscando cómo preservar la salud, pero (en muchos casos) perdiendo la vida. El doctor Herland Vaca Díez puso su prestigio, y sus conocimientos científicos para combatir a la Covid-19 y así mostraba de cuerpo entero su vocación de salvar vidas, aunque haya sido arriesgando la propia.