A propósito del reciente cambio de ministros,
Luis Arce insiste en el error de creer que con los movimientos sociales se
puede armar un gobierno, que se puede consolidar un estado, como lo logró el
peronismo gracias a su connivencia con los sindicatos, que le han permitido una
hegemonía política de más de 80 años. En Argentina esa ecuación ya les falló
dos veces en menos de diez años y en Bolivia ha fracasado decenas de veces,
pues las amadas y sacrosantas organizaciones sociales ejercen la prostitución
con una promiscuidad que asusta y no tienen empacho en colgar a los caudillos
horas después de aclamarlos. Eso se los enseñó muy bien Olañeta, posteriormente
Isidoro Belzu, Melgarejo, Barrientos y hasta Goni, que se metió al bolsillo a
los mineros por unos cuantos billetes y los convirtió en vendedores informales,
taxistas y pastilleros. El último en comprobar esa realidad fue el mismísimo
Evo Morales en 2019, que tuvo que disfrazar de mineros y campesinos a los
funcionarios públicos porque los de verdad no aparecieron para defenderlo y
luego fueron los primeros en pedirle su renuncia. Los únicos que sí funcionan
son los cocaleros, porque no sólo tienen plata para gastar, sino que defienden
un negocio muy lucrativo. Hace poco lo demostraron con un bloqueo de 16 días y
Arce no tuvo cómo hacerle frente.