Cuando era muy joven, Fidel Castro leía
ensayos firmados por Benito Mussolini, estaba muy interesado en la vida del
español Primo de Rivera y también hojeaba el libro de Hitler “Mi lucha”. Cuando
derrocó la dictadura de Batista, en 1959, todavía no se había identificado con
el comunismo y lo hizo tiempo después, por conveniencia, cuando la Unión
Soviética le ofreció pagarle millonadas de plata sólo para que le sirva de
propaganda, para demostrar que el socialismo -que ya causaba millones de
muertos por hambre en el “paraíso bolchevique”-, podía funcionar en las narices
del “imperio yanqui”. Cuando en 1989 se cayó la mentira marxista creada por
Lenín, Stalin y compañía, Cuba se vino abajo y desde entonces sólo inspira
lástima. En este momento están pidiendo ayuda humanitaria a la ONU para comer,
no tienen combustible y los apagones son prácticamente permanentes en casi todo
el territorio. Muchos se preguntan por qué no se cae la dictadura comunista.
Seguramente hay una mano negra o tal vez es de otro color, que impide que eso
suceda, pues con todo y el testimonio de la calamidad cubana, todavía hay
quienes creen que eso es un paraíso y que el socialismo sí puede funcionar.