A los bolivianos les gusta mucho votar en las
elecciones. Cuantas veces es convocado, acude “disciplinadamente a cumplir con
su deber ciudadano”, “con su obligación de patriota”, “con su responsabilidad
de hijo de esta tierra que contribuye al progreso del país”, bla, bla, bla. Va
y vota, sabiendo que los políticos que ha elegido desde el nacimiento de la
república son legendarios por incumplir sus promesas, traicionar los anhelos de
la gente y hacer todo lo contrario a las necesidades de la población. Si no
fuera cierto lo que decimos, Bolivia sería menos pobre, menos corrupta y menos
atrasada en casi todos los indicadores sociales, económicos y políticos. Pero
la realidad no nos deja mentir. Lo mismo pasa con el censo.La población se
queda en sus casas, deja de trabajar, espera ansiosa a los empadronadores,
creído en que su disciplina “contribuirá a la prosperidad de la nación, pues
nuestros líderes usarán esa información fidedigna para diseñar políticas
públicas que ayuden a mejorar la salud, la educación y otros servicios básicos,
bla, bla, bla”. Desde 1831 se han realizado 12 censos en Bolivia. Habrá que
esperar cuántas encuestas nacionales más se tendrán que hacer para que el
estado boliviano comience a usar los datos para esos fines que tanto machacan
los demagogos.