El don de la libertad que nos dio Dios lo recibimos de arriba pero la libertad en el mundo terrenal hay que ganársela. Esa libertad que se ha estado pregonando recientemente encabezado por el presidente argentino Javier Milei se gana o se pierde en el campo político. Los dogmas o doctrinas hay que aterrizarlas al mundo real y ejecutarlas en contextos culturales, sociales, históricos, políticos, institucionales y económicos diferentes, oscilantes e imperfectos. Veamos la experiencia de los primeros 100 días del gobierno de Milei y lo que está pasando actualmente en Bolivia, y lo que se propone como políticas económicas.
En este corto tiempo, Milei puede presumir de verdaderos éxitos económicos. Su popularidad se mantiene, aunque carece de apoyo en el Congreso. "Estamos realmente muy satisfechos", declaró el presidente de Argentina.
Milei hizo campaña blandiendo una motosierra y prometiendo recortar el gasto. El gobierno debía US$263.000 millones a acreedores extranjeros, pero no tenía dólares en absoluto. Como muchos gobiernos argentinos, el anterior gastó mucho más allá de sus posibilidades tratando de comprar popularidad mientras inventaba soluciones macroeconómicas temporales cada vez más absurdas para mantener la economía tambaleante. Eso es lo que pasa actualmente en Bolivia. Deuda equivalente a más del 80% del PIB y creciendo, mientras que el crecimiento económico es mísero. Sus políticas absurdas de imponer un impuesto de 18% (era del 25%) a las transferencias bancarias, por ejemplo, es para financiar el inflado gasto fiscal de 7% del PIB desde hace diez años, a costa de contraer más la economía.
Para demostrar que no habrá más impresión de dinero, Milei está obsesionado con lograr un superávit presupuestario, es decir, que el gobierno gaste menos de sus ingresos. El gobierno logró superávits mensuales, los primeros en más de una década. Lo hizo reduciendo los subsidios a la energía y el transporte, las transferencias a las provincias y la inversión pública. Adicionalmente, el gobierno devaluó el peso en más del 50%. Los mercados están empezando a creer que las políticas del gobierno darán resultado. El índice de riesgo país de Argentina ha caído de manera tranquilizadora.
Los costos, sin embargo, son visibles. Pero estos costos no se pueden atribuir al bombero que apaga el incendio, sino a los piromaniacos socialistas. Golpeados por la inflación, se estima que el 50% de los argentinos se encuentran en la pobreza, frente al 38% en septiembre. En términos reales, se estima que los salarios han retrocedido 20 años. Las ventas totales de farmacias han bajado un 46%. Los volúmenes de ventas de las pequeñas y medianas empresas cayeron casi un 30% en enero. Se calcula que la economía se contraerá un 4% este año.
Los índices de aprobación de Milei siguen siendo notablemente altos, alrededor del 50%, a pesar de las dificultades económicas. Esto se debe principalmente a que ha logrado culpar a la casta piromaniaca socialista por haber metido a Argentina en este lío. ¡Y es verdad! El plan económico está plagado de incertidumbres. Un riesgo es el tipo de cambio. Los superávits fiscales pueden resultar difíciles de sostener y pueden generar una recesión que afectaría aún más los ingresos tributarios. Esto se sentirá más y pronto en Bolivia. Al crear impuestos, limitar el retiro de depósitos o proveer gasolina por debajo de la demanda, se gesta una recesión que redundará en menores ingresos fiscales y mayor pobreza.
Milei tiene principalmente un desafío político. Tiene una representación mínima del 15% de la Cámara Baja. Necesita cierto apoyo del mismo para implementar reformas. Por eso mencioné, en un artículo anterior, que el desafío para la oposición política en Bolivia, cualquiera que sea o se geste para las elecciones del 2025, no es solamente ganar las mismas, sino ganar abrumadoramente para tener una representación holgada en el Congreso y poder realizar las reformas necesarias.
La economía va con la política. La nueva agrupación política liberal, el Partido Liberal Boliviano, propuso hace pocos días siete políticas. Tres relacionadas a un menor gasto gubernamental: eliminar subsidios; eliminar más de 70 empresas públicas; y reducir el aparato estatal de 600 mil empleados públicos a 300 mil. Yo sería más cauto con la primera; que hay que hacerlo, sí. Pero hay que estudiar el grado y el momento de hacerlo. Aprendamos del aumento en la pobreza en Argentina generados por los ajustes necesarios al desastre dejado por el gobierno demagogo y socialista anterior. Adicionalmente, cuatro políticas para fomentar la inversión privada: eliminar cupos de exportación, controles de precios y hacer una profunda reforma tributaria que reduzca los impuestos, rebaje tasas y los haga fáciles de pagar; desregularizar el mercado laboral; ofrecer seguridad jurídica a las empresas e individuos; y abrir las fronteras a la importación y la exportación. Hay que revisar profundamente la política tributaria para promover la inversión pero también hacerla más justa, sostenible, transparente y fácil de pagar; automatizar/ digitalizar todo el sistema. Desregularizar el mercado laboral es tremendamente difícil. Se trató desde la época del 21060; se flexibilizó pero no se reformó. Preferible cumplir con el 80% de la agenda de políticas que arriesgar todo. “Ofrecer seguridad jurídica…” no es suficiente. Se tiene que reformar y fortalecer el sistema judicial para que sea políticamente neutral, transparente y haga cumplir la ley al 100% de los bolivianos. Es más, esta es una, sino la mayor reforma que requiere el país. Por último, está bien liberalizar el comercio internacional; lo importante es el “cómo”. Hay que aprender de la Argentina reciente y de nuestra propia experiencia con el 21060 y otros. ¿En qué cambió el contexto político y social en el país y en el mundo en estos 38 años? ¿Tenemos ahora el gas como antes teníamos el estaño como principal generador de divisas?
Es necesario también promulgar algunas políticas sectoriales para promover el crecimiento y/o aliviar los costos sociales que se vendrán con las políticas macroeconómicas. Se tiene que promulgar y apostar a una política de turismo, generador de divisas y empleo por excelencia. No es necesario inventar la rueda; tomaría como referencia a Perú o Colombia. Fortalecería el aparato estatal tomando como experiencia a Chile. Vería con interés a Ecuador para iniciar un proceso de industrialización. Atraería inversión extranjera y “know-how” de manera focalizada y agresiva; no podemos esperar a que caigan solitos del cielo.
Bolivia no necesita un gobierno liberal de cinco años, es poco tiempo para revertir el daño de los últimos casi 20 años. Bolivia necesita un gobierno(s) con respaldo legislativo, liderazgo fuerte y firme, que haga cumplir la ley a rajatabla y aplique políticas liberales sentadas en la realidad por más de 10 años.