El
gobierno de Arce se torna cada día más peligroso, pues continuamente inventa un
nuevo culpable de la crisis, cuyo único responsable es él, que viene manejando
la economía desde el 2006, de acuerdo a un fallido modelo de su autoría y que
además insiste en mantener a rajatablas.
Hace
unos días amenazó con medidas drásticas contra los exportadores que
supuestamente no traen todos los dólares al país por la venta de sus productos.
Ahora son los bancos privados los sujetos de escarnio, a quienes se les ha
aplicado una multa millonaria.
¿Quiénes
serán los próximos? ¿A quién señalará Arce como chivo expiatorio?
Lo
que hace el mandatario no sólo es seguir eludiendo un problema, desconociendo
una realidad que lo supera y buscando cómo disimular su inoperancia, sino que
continúa haciendo esfuerzos por profundizar la crisis. Con atacar y arrinconar
a los empresarios privados únicamente conseguirá que todos pongan a buen
recaudo su dinero o que decidan irse a otros país, donde además de dólares para
operar van a gozar de un clima más favorable para invertir.
En
Bolivia ya no se puede trabajar tranquilamente. Las restricciones no las sufren
sólo los grandes empresarios, los odiados productores del oriente y otros
sectores que vienen sufriendo la hostilidad estatal desde que llegó el MAS al
poder. En este momento los que protestan son los gremiales, los transportistas,
los pequeños industriales, los farmacéuticos, los ferreteros y constructores,
que no hallan divisas por ningún lado y a ningún precio, que sufren graves
inconvenientes para conseguir diésel y que están viendo cómo los precios suben
descontroladamente y sus actividades se vuelven insostenibles.
Sabemos
que a través de los conflictos, los bloqueos y otras medidas de protesta no van
a aparecer los dólares y tampoco abundará el diésel, pero lo que hace Arce es
aún peor, pues además de asumir una posición negacionista, pierde tiempo
valioso que debería ser usado para encarar una gestión de la crisis honesta y
enfocada en la búsqueda de soluciones de largo plazo. Anda llorando por la
aprobación de créditos, se empeña en seguir proyectando más empresas estatales,
no hace el más mínimo intento por reducir el gasto público y lo que es peor, se
empeña en mantenerse como un régimen enemigo de la inversión privada, hostil
con los capitales externos y suicida cuando se trata de crear un clima de
negocios.
Sabemos lo que es capaz de hacer un gobierno socialista como el de Arce cuando se siente contra las cuerdas. Todos aplican las mismas fórmulas fracasadas y autodestructivas: control de precios, más subsidios, más impuestos, prohibiciones, restricciones, corralitos y cepos cambiarios. No hay un sólo país en el mundo que haya salido adelante con estas recetas, sino todo lo contrario. El desastre es seguro y es inminente.