Sin llajua, no hay país; sin picante, no hay gusto; sin picante, la misma política no tiene sentido. Aunque los pícaros vencen en toda lucha política y aunque el pueblo de Bolivia parece pasar de manos de un grupo de criminales a otro, tan pronto como el poder cambia de manos, se desata la hecatombe en nuestro país. Aunque el crecimiento económico es una serie de tropiezos y la escalada inflacionaria no tiene freno, se satisfacen de algún modo la economía ilegal, como el contrabando. A falta de dólares, se deja expedito el camino para el contrabando de diferentes productos, como el tomate y el arroz al país vecino de Argentina. Se acabó la jauja, la abundancia, y ya sentimos los efectos.
Ahora nos hemos convertido en un país que ofrece alimentos accesibles de menor precio hacia otros países. Antes era un negocio traer productos de Argentina hacia Bolivia; ahora es todo lo contrario. Hay que ser realistas en materia económica: la mano invisible del mercado hace magia y cambia las realidades económicas. Los productos alimenticios bolivianos son más cotizados en otros países y están pagando en dólares. Como el dólar es escaso en Bolivia y todo ha subido allá, a nuestros productores les conviene vender nuestra producción, aunque por la vía ilegal del contrabando, dejando nuestra propia seguridad alimentaria en una situación vulnerable. Esto significa que nuestro peso boliviano sigue perdiendo valor adquisitivo porque nuestro sueldo ya no alcanza para comprar nada en el mercado. No hay llajua porque el tomate está caro; esa es la mejor explicación.
No nos queda otra que afrontar valientemente esta situación y salvar lo poco que nos queda como país. El modelo socio-comunitario terminó por liquidar las bases de nuestra magra economía. Fueron varios miles y millones de dólares los que se produjeron con los campos gasíferos de Tarija, y esos dólares salieron definitivamente de Bolivia. Todavía el máximo ejecutivo de la C.O.B se pregunta: ¿Quién se ha llevado los dólares? – Se esfumaron, se hicieron gas, señor Huarachi. Fueron a parar a sus bolsillos y a los de muchos dirigentes sindicales comprados por el gobierno del MAS durante casi dos décadas. Con ese dinero se compró su silencio y obediencia a la dictadura. La lista de comprados y silenciados jefes sindicales es interminable.
Los antiguos contratos de gas quedan como muestra del precio que pagan los países atrasados y regiones como Tarija por ser bien explotados. Este saqueo silencioso lo quieren repetir con el litio. No conformes con acabarse el gas, ahora los masistas se pelean por quién se queda a disfrutar del dinero producto del saqueo del litio. En el futuro, el Ministerio de Economía y Finanzas Públicas se convertirá en el tabernáculo de la rosca, de la casta política de corte comunista, que querrá seguir mamando la mamadera de los recursos naturales del país. Ahora, sin dinero en las manos, sin dinero en las arcas del Estado, no sé si la rosca masista podrá gobernar el país otros cinco años. Se acabó la fiesta, se acabó el dinero fácil.
Tanto el oficialismo como la “oposición” en Bolivia son un conglomerado de apóstatas, sin conciencia cívica y sin doctrina ni política ni económica. En ambos predomina la negra conciencia. Peor aún, en crisis económica, quieren seguir participando del mísero Presupuesto General del Estado. De hoy en adelante, siempre en déficit, en déficit crónico incurable, como un lisiado de nacimiento. Ese es el resultado de 20 años de socialismo parasitario y corrupto. El Presupuesto General del Estado, a partir de ahora, jamás podrá salir del hoyo deficitario al cual lo han condenado los “chuquiago boys”. Cumplieron su tarea a la perfección; mejor no lo pudieron haber hecho. El jefe de las seis federaciones del Chapare les está muy agradecido por el buen trabajo que hicieron. Ahora él se presentará como el salvador de la patria y la gente lo creerá. Así es este pueblo enfermo e ignorante. ¡Ojalá esté equivocado!
La sombra de la corrupción carcomió el país y la seguirá carcomiendo. Se impone la cultura de la corrupción premeditadamente como norma educativa en nuestro país. Los conductores del gobierno central, departamental y municipal experimentan la escasez de recursos económicos. Se acabaron los excesos de la abundancia gasífera incontrolada. El presidente de las persianas persas va como mendigo a extender una mano al Kremlin y la otra a Beijing, como antes lo hacían los neoliberales en Washington o en los países de la Unión Europea. La filosofía del gas, del litio o del Mutún tiende a hacer desaparecer a Bolivia, idiotiza a sus gobernantes y a su pueblo para obtener el servicio sumiso y barato de sus empleados públicos y el saqueo silencioso de sus recursos naturales a precio de gallina muerta.
No hay dólares, no hay gasolina, no hay tomates y no hay medicamentos. Las superpotencias utilizan la táctica de debilitar nuestro país para sustraernos con mayor facilidad nuestras materias primas y recursos naturales. Mientras tanto, nuestros gobernantes debilitan aún más nuestro poderío nacional con sus pasiones mezquinas y odios irreconciliables, todo por la ambición de poder y el dinero que sale de esta tierra. Debilitados económicamente como país y divididos políticamente como nación, así esperamos nuestro Bicentenario. “No hay llajua, no hay felicidad posible”.