Miradas

Los salvadores del pueblo

Los salvadores del pueblo
Alberto De Oliva Maya
| 2024-06-11 00:04:00

En nuestro vasto país y diminuto estado, la gente ha desarrollado una habilidad envidiable para sobrevivir bajo el glorioso yugo de la corrupción, el narcotráfico y el abuso de poder. El pueblo, siempre tan paciente y esperanzado, clama con fervor por un cambio urgente en las riendas del gobierno. Y aquí estamos, otra vez, boquiabiertos ante la aparición de los autoproclamados "salvadores". Sí, esos mismos que se presentan como precandidatos tanto del oficialismo como de la "respetable" oposición, todos rebosantes de virtudes y valores, listos para guiarnos hacia un futuro radiante. Claro, no son más que un desfile de farsantes, idiotas, fracasados y oportunistas que, en sus variadas intervenciones públicas, nos regalan monólogos hipnóticos sobre la honestidad, la transparencia y la justicia, discursos que, por supuesto, nadie con un gramo de sensatez se cree. Detrás de estas personalidades elocuentes y sus palabras doradas, se esconden ambiciones más oscuras y contradictorias que una telenovela de tarde.

Estos salvadores, con sus disfraces que oscilan entre la humildad y la perfección, siempre llevan sonrisas brillantes, prometiendo arrancar la corrupción de raíz. Ironía de ironías, cada uno de ellos tiene un pasado "tan limpio" que ni el archivo más profundo contiene registros de sus oscuros tratos. ¡Qué conveniente!

Los virtuosos masistas, el pedófilo y el contador, que se presentan como paladines de la moralidad; entre ellos incluimos al alcalde de bigotes y jopo tipo Pepe Cortisona. Todos ellos, practicantes de cultos tan oscuros que ni el mayor exorcista podría describirlos, siempre jurando lealtad a una logia secreta. En sus mansiones, cocales y estancias escondidas, lejos de las cámaras y los ojos curiosos, realizan rituales secretos y reuniones clandestinas con personajes de reputación dudosa. Pero, por supuesto, en público, estos virtuosos siempre lucen como los hombres perfectos para liderar la cruzada contra la corrupción.

El mayor virtuoso de este trío se presenta como el ejemplo perfecto de moralidad. Sus medidas de declarar la guerra contra el narcotráfico, a través de un ministro de cuento, nos sorprenden siempre con cantidades enormes de droga confiscada, pero en un giro digno de Hollywood, los mayores narcotraficantes del país son siempre "misteriosamente" exonerados por el nuevo poder judicial y puestos en alerta para que huyan y se pongan a buen recaudo, cortesía de la gloriosa institución policial. "Pura coincidencia", aseguran en conferencias de prensa, mientras intentaban no reírse.

También están aquellos opositores que pregonan transparencia a los cuatro vientos. Estos se consideran aptos y abanderados para el manejo honesto de los recursos del Estado. Ni bien tienen un micrófono frente a sus sonrisas cálidas y sus voces convincentes, intentan que cualquier mentira suene como una verdad absoluta. Este detalle simplemente muestra su arte de venderse como salvadores de un pueblo enfermo, mientras que la realidad es que están tratando de vender los intereses de sus familias, grupos de poder y amigos cercanos.

Estos salvadores transparentes siempre tienen un hijo o un hermano con empresas listas para ganar todas las licitaciones públicas, convirtiéndose en las más capacitadas si llegan al poder del gobierno. Los salvadores de sus bolsillos (tal como lo hizo el historiador que vendió su alma por ser parte de la historia del país) porque del pueblo no lo serán, lo primero que harán es buscar el control del poder judicial, siguiendo la enseñanza de los corruptos y narcos ex presidentes. No hay nada mejor que gobernar sabiendo que cualquier intento de investigación en su contra será rápidamente desestimado. "Es que no hay nada que investigar", dirán sus futuros acólitos jueces familiares.

Las mismas prácticas de manejo gubernamental realizadas hasta ahora son las que nos prometen estos salvadores: los bienes públicos seguirán esfumándose como por arte de magia. Los hospitales seguirán sin medicinas y las escuelas sin material educativo. Las carreteras seguirán llenas de baches y los mercados estarán sin tomates por la escasez de dólares para comer. Para ellos, todo esto es parte de un "gran plan de desarrollo".

Los medios de comunicación, curiosamente adquiridos por empresarios amigos de los salvadores, alabarán cada movimiento que hagan. "¡Estamos bien y esta es la vía para el progreso!", gritarán los titulares, mientras la realidad del pueblo siempre será completamente diferente.

Al final, los salvadores se mostrarán como superhéroes que destruirán todo menos lo que juraron destruir en campaña. Y el pueblo de Bolivia, una vez más, quedará atrapado en un ciclo interminable de promesas vacías y esperanzas rotas. Pero bueno, al menos los trajes de los líderes serán impecables y sus sonrisas brillantes, que no dolerá tanto el engaño.

Los salvadores que dicen tener integridad y prometen acabar con el abuso de poder serán vistos, más que seguro, en lujosas fiestas y viajes exóticos financiados por los contribuyentes, en compañía de alguna doctora de alguna caja de salud cuyo mérito fue presentarse de cuerpo entero en un examen de anatomía. Es que estos salvadores, como todos los que conocemos, "necesitan inspiración para gobernar". Para muchos de estos personajes, la integridad significa hacer de la traición un arte. No tendrán reparos en cambiar de bando y traicionar a cualquiera si esto significa mantener su posición de poder. El lema de cada uno de ellos será "La lealtad es para los débiles".

Pero a pesar de esta parodia de liderazgo, aún queda una chispa de esperanza. El pueblo, cansado de ser el eterno espectador de este circo de falsedades, debe levantarse con una voz unida y demandar un cambio real. Necesitamos líderes honestos, capaces y con propuestas creíbles, personas que no solo prometan un futuro mejor, sino que lo construyan con acciones concretas y transparentes. Es hora de que el pueblo tome las riendas de su destino, exigiendo rendición de cuentas y rechazando a los charlatanes de siempre. Solo así, con un liderazgo genuino y comprometido, podremos transformar nuestra nación y romper el ciclo de promesas vacías y esperanzas rotas. El poder está en nuestras manos; solo necesitamos valentía para utilizarlo.