Bisturí

El “progreso” del “bolo” o coqueo en Santa Cruz

El “progreso” del “bolo” o coqueo en Santa Cruz
Franklin E. Alcaraz Del C. | Periodista columnista
| 2024-06-20 07:46:00

Mis primeros viajes a Santa Cruz, cuando visitaba la ciudad que por entonces era toda arena y los hermosos pueblos de las provincias, junto a los anaranjados atardeceres y las mañanas saturadas de oxígeno, palpando el aire enriquecido y literalmente respirando la jungla por los poros, eran nidos de paz y tranquilidad; solía hablar con los lugareños que se desvivían por alegrarnos la vida dándonos pedazos de empanizao y a mis papás refresco de achachairú (¡qué delicia!).Los lugareños, pariente, tenían una vida sana ¡nadie coqueaba! Era niño todavía y me acuerdo decirle a mi papá “quedémonos a vivir aquí”... Pero esa es otra historia.

Recuerdo, sin embargo, haber visto en el occidente del país, mascar coca (después supe que se llamaba “acullicar”) a los que en ese entonces se llamaba “indios”, sin ambages. O a quienes pertenecían al estrato que ahora se denomina “popular” (no todos). No era, ni es ahora, una costumbre generalizada o extendida a todos los estratos sociales de las ciudades de La Paz, Oruro, Potosí o inclusive Sucre y Cochabamba. Tarija tenía, eso si, una realidad un poco diferente.

Ahora que vivo en Santa Cruz veo, con no poca preocupación. que el “acullico” o “bolo” está muy extendido en esta bendita ciudad, tanto, que es difícil darse cuenta de su magnitud. El Centro Latinoamericano de investigación científica, más conocido como CELIN, había encontrado, el año 2000, que el 10% de la población cruceña masticaba coca. Hoy, como no hay estudios al respecto, no sabemos la magnitud de tan mala práctica que aparentemente se extendió por todos los estratos sociales. El censo nacional hubiera sido una buena oportunidad para saber realmente cuántos son los “acullicadores”, pero al MAS probablemente no le conviene conocer ese dato, igual que el asunto de la identificación racial. En fin.

El “bolo” o “acullico”, con seguridad, no creció en el occidente del país; tiende más bien a decrecer: los hijos de los “acullcadores” ya no “acullican” y así va disminuyendo paulatinamente. No pasa lo mismo en Santa Cruz y el comprobarlo solo es cuestión de caminar las calles…

Mucho de tan mala costumbre se debe a los cocaleros del MAS que a través de la política, han logrado implantar en el imaginario colectivo que el “acullico” es una “buena costumbre”, sin ninguna base científica. Lo que sí sabemos es que no solo destruye el esmalte dentario (CELIN - 2000), que provoca llagas en la mucosa bucal (Ibid) y según algún estudio local es también probable causa de cáncer oral, así como de halitosis (mal aliento) y ni qué decir del aspecto que adopta el rostro de quien se encuentra con el “bolo” en la boca, eso, sin contar los probables daños a la salud en general ocasionados por el contenido de cocaína de la hoja de coca (0,85 % en la coca yungueña y 0,72% en la coca chapareña según la “Operación Breakthrough” de la DEA).

Ahora hay coca para todos los gustos. Hay coca “especial”, coca “social”, “machacada” y no “machacada”, con sabor a chicle, a piña, maracuyá, con canela, sin canela… ¿Vieron la “publicidad” para el “bolo” en las redes sociales? En Tik tok hay más de una…

Pero ¿por qué se expandió el “bolo” de tal modo? Las respuestas que dan aquellos que tienen la (mala) costumbre, dicen que aplaca el hambre, que “da energía” y que “quita el sueño” (especialmente los choferes para manejar sin dormirse). No casualmente, esos son efectos que produce la cocaína. Entonces uno se pregunta: La hoja de coca, sin la cocaína, ¿produciría los mismos efectos? Categóricamente no, por supuesto y así, masticar coca, descocainizada, sería como masticar pasto ¿y quién mastica pasto?

¿Y saben que? Los animales del campo no comen coca. Tienen, en su mecanismo biológico de defensa, algo que se transmitió por generaciones y aprendieron que la hoja de coca es dañina, así que no la consumen. La naturaleza en el campo… se defiende sola.

Franklin E. Alcaraz Del C. | Periodista columnista