Editorial

¿Quién quiere matar a Trump?

El objetivo ha sido sacarlo del ámbito del poder que, como en todo el mundo, parece estar reservado a una casta tradicional.

Editorial | | 2024-07-15 07:11:27

A Donald Trump lo quieren matar hace mucho tiempo. Durante su mandato, entre 2017 y 2021, y en los años sucesivos, ha sido blanco de una despiadada guerra mediática, política y judicial sin precedentes. El objetivo ha sido sacarlo del ámbito del poder que, como en todo el mundo, parece estar reservado a una casta tradicional que no admite el ingreso de intrusos que proponen hacer las cosas de otra manera y que atentan contra los eternos beneficiarios del estatismo. Ahora que el retorno del magnate neoyorquino a la Casa Blanca parece inevitable, ya no hay disimulo en la búsqueda de eliminarlo.

A pesar de que Trump es la mejor representación del ideal norteamericano, consistente en el éxito económico por esfuerzo propio, la resiliencia y el espíritu emprendedor, su participación en política es muy mal vista por el establishment., algo que no debería sorprender a nadie, pues la política aquí y en la China consiste en dejar los asuntos esenciales de un país en manos de gente inepta, mal preparada y, sobre todo, con cero experiencia en el trabajo real, la producción y la generación de riqueza.

La incursión de Trump en la política es una mala noticia para los estados elefantiásicos, intervencionistas, plagados de privilegios, amigos de los monopolios, del constante aumento de los impuestos, amantes de las guerras, el método más efectivo que tienen los países para incrementar el gasto público y lograr la cohesión de la ciudadanía a través del miedo a un supuesto enemigo externo.

Lamentablemente, los enemigos del libre mercado, de la democracia y de individuos como Trump no están sólo en las filas del socialismo y de otras ideologías castrantes de la sociedad, sino también entre los que dicen llamarse capitalistas y liberales. Estos están contribuyendo a destruir los valores irrenunciables de la civilización occidental, a través de la ideología de género, el abortismo y demás postulados del globalismo, que defiende la existencia de un nuevo orden mundial bajo dogmas nefastos encarnados por regímenes totalitarios que hoy pelean a capa y espada para asumir el liderazgo mundial.

El ímpetu de Donald Trump, así como el de muchos otros líderes que luchan contra la decadencia, es una esperanza para los que creen que es posible salvar los valores que han ayudado a progresar a la humanidad. La decrepitud de su oponente, Joe Biden, no deja de ser una excelente metáfora de lo que está sucediendo con el estado que pretende llevarnos a la destrucción.

El reciente atentado a Donald Trump es una señal de que están desesperados, se sienten derrotados y asfixiados por el renacimiento en Europa, en América Latina y también en Estados Unidos, de un nuevo sentimiento que busca salvar al mundo de una corriente muy parecida a la que surgió antes de la Segunda Guerra Mundial y al auge socialista que causó cientos de millones de muertos en el siglo XX. No es solo la vida de Trump la que está en riesgo, sino la de todos.

La incursión de Trump en la política es una mala noticia para los estados elefantiásicos, intervencionistas, plagados de privilegios, amigos de los monopolios, del constante aumento de los impuestos, amantes de las guerras, el método más efectivo que tienen los países para incrementar el gasto público y lograr la cohesión de la ciudadanía a través del miedo a un supuesto enemigo externo.