El denominado "proceso de cambio" pasó a ser algo sagrado, y quienes no estuvieron de acuerdo fueron considerados sacrílegos irredentos, merecedores de perder sus derechos. A tal extremo llegó el fanatismo y la alucinación. Los analistas comentan que en el año dos mil la situación boliviana reclamaba un cambio; había que acabar con los excesos del sistema neoliberal. Por eso, con el voto de la centro-derecha incluido, se decidió apoyar a quien podría lograr ese cambio. Evo Morales, que salía a las calles y caminos, cambió su discurso diciendo: ya no protestas, ahora tenemos propuestas. Y ganó las elecciones del año dos mil cinco.
Desde las horas siguientes a su posesión, llamó al legislativo a convivir en la casa presidencial, y la independencia de poderes terminó. Había comenzado el cambio. Con el MAS en el poder, ya se sabía quién haría el cambio; quedaba por resolver su alcance. Para entonces, un equipo de asesores tenía el diseño del cambio, que comenzó con la nacionalización de los hidrocarburos. En julio del mismo año se realizaron las elecciones para los integrantes de la Asamblea Constituyente, que trabajaría en el cambio de la Constitución Política. En dos mil siete, con el proceso de cambio en pleno curso, Evo se vio obligado a crear el Consejo Nacional para el Cambio (CONALCAM).
Cambió la Constitución Política y se profundizaron los cambios; se transformaron los poderes y las instituciones. "Cambia lo superficial/cambia también lo profundo", canta Mercedes Sosa. Cada uno juzgará si los cambios fueron buenos o malos; lo que no se puede negar es que hubo mucho cambio. Por tanto, cuando les llegue el turno de cambiar, tendrán que disponer de muchos y variados recursos, y vasto poder para lograrlo. No será corto ni fácil.
"Cambia el pelaje la fiera/cambia de pelo el anciano"; para todo llegará el cambio. Malos y caprichosos son los que, a pesar de los años, se resisten a cambiar el cambio; el deterioro se advierte, está obsoleto, ya no tiene provecho. "Y lo que cambió ayer/tendrá que cambiar mañana". En este país fueron quince años de cambio continuo ("Bolivia cambia, Evo cumple", una charada donde Evo jugó con los millones de dólares que le donó Venezuela, aunque la mano fue de Hugo Chávez). Llegó como un huracán; los que se opusieron al cambio terminaron en la cárcel. (Cambió el número de exiliados y muertos).
Los tiempos también han cambiado, el contexto del mundo es diferente, muchas guerras son nuevas, las armas también han cambiado; el gas se está agotando, el dólar desaparece, lo que permanece inmutable es el "modelo de cambio". "Mejorar es cambiar; así que para ser perfecto hay que cambiar a menudo", dijo Winston Churchill.
Es tozudez con soberbia, es acaso un capricho malhadado, negarse a aceptar la necesidad de un cambio. "La vida es una marioneta del tiempo en la medida que cambia cada instante, cambia el mundo interior y exterior...", escribió Aldous Huxley. Todavía persisten en hacer creer que solamente existe un cambio (el que ellos propiciaron), insuperable, infinito; la dialéctica no existe: es imposible realizar un cambio dentro de su propio cambio; revisar, renovar, son impertinencias; ¿reemplazar? ¡Que venga el diablo y me haga santo!, será imposible.
Si todos los días andas el mismo camino, llegarás al mismo destino. A pesar del discurso arrogante, los jugos de este modelo de cambio ya tienen mal sabor: lo amargo se siente, el humor social es de impaciencia. ¿Negar? ¡Por favor!, eso sí que está cambiando. Sin embargo, con tanto desmentir y gloriarse intentan que se piense como al gobierno le plazca: no son necesarias más señales para demostrar que el miedo o la preocupación no será la conducta correcta; la confianza en sus gobernantes no debe decaer, y no es necesario ningún cambio al modelo de cambio.
Quienes deben cambiar son algunos ciudadanos, enfermos morbosos, nocivos por interés político; esos sí deben cambiar. ¿Es o no es verdad?