¿Y ahora, quién podrá ayudarnos? ¡Yo, el Chapulín Colorado!, versión Evo y Lucho.
Si creemos que el gobierno centralista nos dará la solución, recordemos a Ronald Reagan: “El gobierno no es la solución a nuestro problema, el gobierno es el problema”.
En realidad, el gobierno del MAS no solo es el problema, es un desastre monumental y una calamidad masiva.
Debemos entender que, si seguimos haciendo lo mismo, aplicando la receta populista y esperando que todo cambie mágicamente, que la economía crezca y los dólares caigan del cielo, estamos cometiendo un grave error.
La situación es complicada: todos piden gasolina y dólares. Los masistas, como nos decía Juanita Ancieta de las Bartolinas, tienen su solución: “Voten por el hermano Evo, que traerá imprentas y fabricará dólares en el Chapare”.
El problema es que no entendemos que el dólar y cualquier divisa se adquieren a cambio de exportaciones. Y para producir y exportar, necesitamos seguridad y otras políticas: libertad económica y de mercado, propiedad privada y no el dirigismo estatal.
Los emprendedores y demócratas exigen que se reduzca el Estado burocrático y el gasto público, que se dicten leyes que garanticen la seguridad jurídica, que se mejore el clima para las inversiones, y que se elijan autoridades, servidores públicos, jueces y fiscales basados en la ética y la meritocracia.
Bolivia no puede seguir dependiendo exclusivamente de la exportación de materias primas. Es imprescindible fomentar la industrialización, la agropecuaria, apoyar a las pequeñas y medianas empresas, y promover sectores como el turismo y la tecnología, que pueden generar empleo y reducir la dependencia de las exportaciones tradicionales.
Asimismo, es crucial que los masistas dejen de apoyar y financiar a los interculturales que avasallan tierras, atentan contra la propiedad privada y desincentivan la producción. Se debe legalizar y promover la biotecnología, eliminar las trabas a la producción y exportación de productos agropecuarios, y liberar la importación de diésel. Además, es necesario abandonar la política del derroche, el malgasto y la hiperinflación del Estado, que consume el patrimonio de los bolivianos, un dinero que debería estar produciendo bienes y servicios y generando riqueza, pero que en cambio está financiando una inmensa burocracia improductiva y parasitaria.
El gobierno, con sus políticas y disposiciones, está agobiando a la población, quitándole sus recursos, su esperanza y la voluntad de cambiar hacia una economía y sociedad próspera. Los mantienen sumisos y avasallados ofreciéndoles empleos temporales y bonos.
Los masistas son astutos y saben hacer negocios en el campo con la coca y el narcotráfico, además de apoderarse del aparato del Estado para otorgar empleos a sus súbditos y usar la fuerza pública para atemorizar y bloquear a los ciudadanos.
Lo que saben hacer bien es gastar y endeudarse. Se gastaron las reservas de gas y no repusieron nuevos pozos. Se comieron las reservas de oro y dólares del Banco Central. Las Reservas Internacionales, que en 2013 eran de 14.430 millones de dólares, al cierre de 2023 cayeron a 1.709 millones, según el BCB.
Ya tenemos 13 mil millones de dólares de deuda externa, y sigue creciendo. Esto, después de haberse derrochado cerca de 14 mil millones de dólares de las reservas internacionales en oro y divisas.
Como ahora no les conceden créditos, se apoderaron de los ahorros de los jubilados. Meten la mano en la Gestora, la caja chica del MAS, y se auto-prestan los ahorros de los aportantes, dejando en la incertidumbre a trabajadores y jubilados.
Bolivia y los países populistas de la región, al aplicar este modelo, van en camino de caer en la misma miseria que Cuba y Venezuela.
Estos países son dos espejos que reflejan claramente el destino que nos espera en manos del populismo. Ellos aplicaron el modelo Castrochavista, y su población, ante el desastre, huyó desesperada hacia el capitalismo, buscando sobrevivir.
Como dijo Einstein: “Locura es hacer la misma cosa una y otra vez, esperando obtener resultados diferentes”.