Hace poco murió a los 88 años, el actor francés Alain Delon, calificado como el hombre más bello que haya pisado la tierra. Lamentablemente su interior era distinto, vaya a saber por qué. En una de sus últimas entrevistas mostró lo amargado que estaba, cuando dijo que quería abandonar este mundo porque le daba ganas de vomitar. “La vida ya no me atrae, odio la era actual, la palabra no vale nada, el dinero es lo único que importa, veo criaturas detestables, todo el falso, todo es reemplazable”. Esas afirmaciones vienen de una persona que aseguraba haberlo visto y experimentado todo, algo dudoso, pues el mundo de hoy es mucho mejor al que tuvo él durante su infancia y radicalmente superior al de sus padres y abuelos. Esa no es una simple apreciación, lo dicen todos los indicadores de cualquier aspecto de la vida humana. Visiones como la del divo son las que nublan las mentes de las masas que se dejan llevar por el pesimismo, pero que se entusiasman con ídolos de barro que le ofrecen la redención. Cómo estaría de nublada la visión de Alain Delon, que su último deseo fue que maten a su perro y que lo entierren junto a él. Afortunadamente este mundo le negó ese capricho y Loubo será adoptado por una familia. Adiós Alain.