Editorial

Todo comenzó con un referéndum

Los bolivianos no debemos olvidar que el desastre económico que estamos viviendo hoy, apenas en sus inicios, tuvo su origen en un referéndum...

Editorial | | 2024-08-30 00:10:00

Los bolivianos no debemos olvidar que el desastre económico que estamos viviendo hoy, apenas en sus inicios, tuvo su origen en un referéndum. Esta debacle se debe, en gran parte, a la enfermiza manía de Carlos Mesa de evitar tomar decisiones, su cobardía de esconderse tras la fachada de una falsa democracia participativa y el engañoso discurso populista de que “el pueblo es sabio”, un pueblo que, irónicamente, es engañado y traicionado a diario, llevándolo a la ruina.

El 18 de julio de 2004, Mesa, ya bajo la influencia de Evo Morales, sepultó para siempre el prometedor futuro de la industria del gas, una industria que había tomado décadas en consolidarse y que había colocado a Bolivia en el mapa energético mundial, con la posibilidad de convertirse en un eje de distribución en América del Sur.

En ese referéndum, la mayoría votó por abrogar la ley de hidrocarburos y aprobar una nueva, lo que provocó la fuga de las petroleras; se aprobó una nacionalización que asestó un golpe mortal a la economía boliviana; y se prohibió la exportación de gas a Chile, el mejor mercado que Bolivia podría haber conseguido, lo que habría dado proyección a las reservas gasíferas. Como si esto no fuera suficiente, se impuso un régimen de explotación insostenible que ha convertido a Bolivia en un importador neto de gas, que pronto tendrá que buscar este recurso en el exterior para cubrir el consumo interno, ya sea para cocinar o para generar electricidad.

Hoy, mientras sufrimos las consecuencias de aquel error monumental, enfrentamos la necesidad de reparar los daños o, al menos, cambiar de rumbo para evitar que Bolivia caiga en la peor de las desgracias. Sin embargo, estamos nuevamente en manos de un líder cobarde que no tiene mejor idea que convocar a un referéndum para evadir la responsabilidad de salvar al país de una quiebra total y de una crisis que sin duda superará la de 1982-1985, registrada en los anales de las catástrofes económicas.

Si en 2004 Carlos Mesa frenó una economía que ya comenzaba a dar frutos y entregó en bandeja de plata al MAS la mayor bonanza de la historia de Bolivia, Luis Arce no hará más que profundizar nuestra caída con la persistencia en un modelo que fue precisamente el que destruyó esa prosperidad.

El gobierno, elegido para tomar decisiones difíciles y, en ocasiones, dolorosas para la población, opta nuevamente por escudarse en una consulta popular para lavarse las manos, haciendo creer que respeta y obedece la voluntad del pueblo, cuando en 18 años ha hecho todo lo contrario.

Luis Arce es plenamente consciente de los graves problemas económicos que él mismo ha creado y se niega a tomar las medidas necesarias para corregir su manejo irresponsable. No solo debe actuar urgentemente en el ámbito de los hidrocarburos y las subvenciones, sino también reducir drásticamente el déficit fiscal y guiar al país hacia un modelo altamente productivo y competitivo. El referéndum, lejos de resolver la crisis, no hará más que agravar la situación actual y podría atar las manos tanto de esta administración como de las futuras.