Odiseo, el personaje creado por el poeta
Homero, era la encarnación de la astucia. Al gigante que dejó ciego le dijo que
se llamaba “Nadie” y cuando le preguntaron quién lo había herido, el Cíclope
confundió a todos con su respuesta. Arce podría imitarlo, ahora que se le han
acabado los culpables que ha inventado para explicar la crisis económica y,
sobre todo, cuando le piden respuestas sobre el responsable de buscar
soluciones. Lo interesante es que el sabio rey de Ítaca no era sólo un experto
en argucias y camuflajes. Un día, cuando pusieron en duda sus habilidades
físicas, dejó atónitos a sus retadores con sus cualidades atléticas y, al
llegar a su palacio disfrazado de mendigo, acabó con su espada con los
pretendientes que querían quedarse con su esposa y sus bienes. El más
importante teórico de la política de la historia, Nicolás Maquiavelo,
recomendaba a los gobernantes recurrir a la manipulación de las percepciones
para eludir responsabilidades y trasladar la culpa a otros con tal de mantener
el poder. Pero el mismo pensador consideraba que un príncipe debe asegurar la
estabilidad económica para evitar descontentos entre los ciudadanos. Un
gobierno ineficaz en la administración de los recursos puede enfrentar
rebeliones y el desprecio de los súbditos.