El reciente Censo de Población y Vivienda 2024 ha dejado al país en un estado de shock y enojo generalizado. Los números publicados por el INE, lejos de aclarar la realidad demográfica de Bolivia, han sembrado dudas, confusión y una creciente desconfianza en las instituciones encargadas de llevar a cabo un trabajo tan crucial para el futuro del país.
Empecemos por Santa Cruz, ese departamento que siempre ha sido la joya de la corona en términos de crecimiento poblacional. Según las proyecciones realizadas por el propio INE hace apenas dos años, Bolivia debería estar alcanzando los 12 millones de habitantes en 2024. Sin embargo, de manera inexplicable, Santa Cruz aparece ahora con menos población de la esperada o de las cifras que la gobernación había estimado en un censo regional, que proyectaba 4 millones de habitantes. Las autoridades cruceñas, claramente desconcertadas, han exigido una auditoría ante lo que parece ser un burdo intento del Gobierno de disfrazar la realidad. ¿Será que, en lugar de abordar el tema de los escaños en el referéndum, el Gobierno decidió que era más fácil restar población a Santa Cruz y así maquillar sus verdaderas intenciones?
La sorpresa no se queda solo en Santa Cruz. Las cifras nacionales también han dejado a todos boquiabiertos. Según el INE, en los últimos 12 años Bolivia ha crecido en poco más de un millón de habitantes. Para poner esto en perspectiva, en el Censo de 2012 se registraron 10,389,913 personas, mientras que en 2001 éramos 8,274,325 y en 1992 apenas 6,420,792. Es decir, el crecimiento que antes parecía tan dinámico y enérgico, ahora se ha convertido en una especie de tortuga demográfica. ¿Dónde quedó ese aumento poblacional prometido por las proyecciones del INE? ¿Acaso se esfumó en el aire, junto con la credibilidad del Gobierno?
No es de extrañar que la gente esté comenzando a manifestarse. Las cifras no cuadran, ni en lo económico ni en lo demográfico. Estamos ante un Gobierno que parece estar más interesado en manipular la realidad que en enfrentarla con honestidad. Es lamentable ver cómo los números, que deberían ser una herramienta de claridad y transparencia, se han convertido en un instrumento de manipulación política.
El sabor amargo que ha dejado este censo no se lo quita nadie. Los bolivianos, cansados de promesas vacías y manipulaciones burdas, empiezan a perder la paciencia. No solo se sienten engañados, sino también burlados por un Gobierno que parece más empeñado en priorizar sus intereses políticos que en velar por el bienestar del país.
El Censo 2024, que debería haber sido un momento de reflexión y planificación para el futuro, se ha convertido en una vergüenza nacional. Los números no cuadran, la desconfianza aumenta, y la credibilidad del Gobierno está en su punto más bajo. Mientras tanto, los bolivianos seguimos esperando respuestas coherentes y acciones responsables. Pero parece que, al menos por ahora, eso es pedir demasiado.
Hoy nos encontramos en un momento crucial para el futuro de nuestra nación. El reciente Censo de Población y Vivienda 2024 nos ha dejado con un sabor amargo, una sensación de engaño que no podemos ni debemos ignorar. Las cifras presentadas por el INE no solo desafían la lógica, sino que también parecen estar diseñadas para manipular la realidad en beneficio de unos pocos, a expensas de la verdad y la justicia que merecemos todos los ciudadanos.
Este censo, que debería haber sido un ejercicio de transparencia y planificación, se ha convertido en una burda estafa, un atentado contra la inteligencia y la dignidad del pueblo boliviano. Nos han presentado números que no cuadran, cifras que contradicen las proyecciones de años anteriores, y todo esto bajo la sombra de un gobierno que parece más interesado en mantener el control que en reflejar la verdadera realidad de nuestro país.
No podemos quedarnos de brazos cruzados. No podemos seguir siendo pasivos ante un acto tan descarado de manipulación y mentira. Es nuestro deber como ciudadanos, como hijos de esta tierra, levantar la voz y exigir justicia. Pero debemos hacerlo con la dignidad y el respeto que siempre ha caracterizado a nuestro pueblo.
Les hago un llamado a todos para que nos unamos en una protesta pacífica, en una manifestación de descontento que demuestre al Gobierno que no somos ciegos, que no somos sordos, y que no permitiremos que se juegue con nuestro futuro. Que nuestras voces se unan en un solo clamor: queremos la verdad, queremos transparencia, queremos un censo que refleje la realidad de Bolivia y no los intereses de unos pocos.
Pero recuerden, hermanos y hermanas, que la fuerza de nuestra protesta radica en su carácter pacífico. No debemos caer en provocaciones, no debemos permitir que la violencia empañe nuestra lucha. La historia nos ha enseñado que las verdaderas revoluciones nacen de la paz, del respeto, y del poder de un pueblo unido en la justicia.
Salgamos a las calles con nuestras banderas en alto, con nuestras voces firmes, pero con la paz en el corazón. Mostremos al mundo que el pueblo boliviano no se deja manipular, que no se deja engañar, y que está dispuesto a luchar por la verdad y por un futuro mejor para todos.
No permitamos que esta estafa censal se convierta en otro capítulo oscuro de nuestra historia. Es el momento de actuar, de levantarnos pacíficamente y exigir el respeto que merecemos como ciudadanos de este gran país. Juntos, podemos hacer que nuestras voces sean escuchadas. Juntos, podemos marcar la diferencia.
Recuerden que es extraña la ligereza con que los corruptos masistas creen que todo les saldrá bien. Nuestra libertad no será un privilegio sino la convertimos en un hábito que debemos defender.