Santa Cruz es el mayor departamento de Bolivia por donde se vea: territorial, poblacional, empresarial, económica, etc. Santa Cruz es el hermano mayor de los departamentos y el papá es el centralismo de Estado, abusivo y dictatorial, que vive en La Paz (La Paz, como departamento, es el segundo hijo mayor de Bolivia).
Santa Cruz, a través de sus líderes en diferentes instancias, tiene un largo historial de reivindicación, de lucha contra el centralismo en general. El Movimiento de las Pititas del 2019 y el Referéndum del 2016 son ejemplos recientes de liderazgo nacional. Sin embargo, Santa Cruz ha tenido su cuota de frustración; el último de ellos el paro de protesta del pasado viernes en Santa Cruz por los resultados del Censo. Para el resto del país, ese fue un día normal. Muchos líderes de opinión, y cruceños en general, se preguntaron por qué la indiferencia del resto del país si el Censo, supuestamente, afecta a todos.
El contexto histórico, social y cultural de Bolivia siempre ha sido complicado. El país es diverso, con una poca densidad poblacional, un proceso de urbanización veloz, y niveles culturales diferentes a través de todo el mapa de Bolivia. Se dice, y con cierta razón, que nuestra fortaleza está en la diversidad. Pero la realidad es más complicada. Además de lo ya mencionado, la institucionalidad boliviana es un total desastre, no existe estado de derecho digno de llamarlo así, y el sistema judicial está totalmente cohabitado por el poder central. En ese contexto de desorden y de reglas claras, no es fácil encontrar sinergias de esa diversidad.
Esta situación de hermano mayor de Santa Cruz conlleva, quiérase o no, ciertas responsabilidades como en cualquier familia. Cuando el papá se farrea, hace gastos excesivos y atiende sus propios vicios, sume al hogar en la pobreza. Lo normal es que los hermanos pequeños esperan que el hermano mayor tome alguna iniciativa o converse con ellos para buscar alguna solución, paliativo, o protección. En algunas familias, el hermano mayor no siempre toma esa responsabilidad, a veces hay un hermano con las mismas u otras capacidades complementarias, y también es una realidad que en muchos hogares el papá tiene sus preferencias y/o les hace regalitos a algunos de sus hijos. Sin embargo, en principio, los nueve hermanos tienen más posibilidades, que el hermano solo, de afectar a que el papá cambie su comportamiento. El reto es que se pongan de acuerdo.
En un contexto histórico más amplio, Santa Cruz ha tomado la gran mayoría de las iniciativas, como propuestas y también acciones. Una de esas puede ser tratar de tender puentes de comunicación y encontrar puntos de encuentro con sus hermanos menores. (Tal vez esta puede ser una plataforma para algún candidato a Presidente). Sin embargo, un liderazgo con una proyección más nacional se tendría que ejercer de manera continua, ser más estratégico, priorizar desafíos, con propuestas, decisiones y acciones sistemáticas. Será lento y difícil, pero nadie dijo que ejercer un liderazgo es fácil. Lo contrario será cuesta arriba y con poca esperanza de lograr lo que en justicia y ecuanimidad puede y pueden reclamar.
Un ejemplo. El Comité Pro Santa Cruz elaboró el año 2021 su “modelo de desarrollo cruceño”. Sería interesante proponer hacer un ejercicio similar conjuntamente con otros comités cívicos y expandir esa visión económica, más descentralizada y autónoma a toda Bolivia. Al presente, se percibe que Santa Cruz es egoísta y que quisiera convencer al resto de adoptar ese modelo. Se puede empezar con ese documento e ir incorporando otras realidades y puntos de vista. Si se desea un modelo para Bolivia, los hermanos también querrán aportar y ser co-autores, que también sientan propiedad del mismo. Ese ejemplo puede ser un inicio para proyectar mejor un liderazgo nacional. Está claro que tomaría tiempo y paciencia y que no sería tarea fácil. Pero lo más fácil y/o rápido no es necesariamente lo más adecuado para conseguir grandes logros. Estos no se plasman de la noche a la mañana; requieren de procesos más largos y de persistencia.
Ahora bien, ante su frustración, el hermano mayor baraja otras alternativas. Una es que cada hermano se compre su comida, acceda al colegio que pueda, y cuide su salud como pueda en función a sus capacidades. En términos simples y políticos, eso se llama federalismo y aísla a Santa Cruz del resto de sus hermanos. Compartiendo ideas, conocimientos y propuestas graduales y/o parciales, inclusive el federalismo pueda ser una opción real y viable para todos.
Kissinger decía: “El castigo por un exceso de ambición – lo que los griegos llamaban hubris – es el agotamiento, mientras que el precio de dormirse en los laureles es una irrelevancia progresiva y la decadencia final. Si quiere llegar a su destino, los líderes deben adecuar poco a poco los medios a los fines y el propósito a las circunstancias.”
Finalmente, es bueno y razonable, y hasta se espera, que los discursos de los líderes cruceños sean en beneficio de su departamento, por algo son líderes de ese territorio y población. Pero cuando se trata de temas y desafíos nacionales, lo más apropiado es ajustar su enfoque y proyección para trascender más allá. Es inaceptable, por ejemplo, que algunos líderes se autodenominen “regionalistas” en sus redes sociales. ¿Cómo un ciudadano puede confiar en ese líder regionalista? Ese precandidato no podría ser presidente de los bolivianos. Esos precandidatos son unos desubicados y deberían renunciar por simple falta de criterio. ¿Así serán sus políticas económicas, sesgadas a una región?
Falta un año para celebrar el bicentenario de Bolivia. Nunca es tarde, inclusive doscientos años después de la fundación de la República, de empezar a desarrollar una visión común para construir un país más homogéneo, pujante y solidario.