La reacción del ex ministro Iván Lima, que ha
cuestionado el juicio a Jeanine Añez, por ser un “capricho” del cocalero
Morales, no es para entusiasmarse. Es muy difícil que la ética, la autocrítica
y mucho menos, la rectificación de los hechos criminales, puedan surgir de
pronto en la conducta del masismo. Tampoco se puede confiar en los
cuestionamientos que suele hacerle al gobierno el ex vocero Jorge Richter o los
sofismas dialécticos que esboza el falso matemático de pocas neuronas y mucha
verborrea, alias “el Alvarito”. Lo que hace el régimen es aplicar viejas
técnicas de manipulación basadas en la contradicción aparente, con el objetivo
de desorientar a la gente y debilitar su sentido crítico. Ante la supuesta
polarización entre Evo y Lucho, lo que buscan es que el público resuelva el
conflicto interno alineándose con una narrativa preestablecida. El doble
discurso y la relativización de la verdad permiten ocultar la verdadera
intención detrás de las palabras, mientras que la confusión intencionada desvía
la atención de temas importantes. La política usa constantemente esta treta
para controlar la narrativa y moldear las opiniones.