¡Qué espectáculo tan pintoresco el de la política boliviana! Desde el presidente hasta los funcionarios regionales y locales, parece que todos se graduaron con honores en la Escuela del Circo, las Contradicciones y la Corrupción. ¡Qué show tan deprimente!
Empecemos con nuestro “respetable” presidente Arce. En solo ocho meses, ¡zas!, su respaldo se desplomó del 42% a un glorioso 22%. ¡Qué habilidad para defraudar! Parece ser más diestro en encubrir la corrupción de sus ministros y parientes que en, no sé, ¡gobernar! Mientras el país se sume en crisis, él se entretiene con discursos vacíos. Un auténtico maestro de la demagogia... y del encubrimiento.
La temporada de espectáculos continúa con nuestro nunca bien ponderado presidente, que tras la marcha de su exjefe, decidió que lo mejor sería desaparecer del ojo público. No vaya a ser que la realidad lo alcance. Eso sí, aceptó la renuncia de su ministro de Justicia, pensando que la Asamblea no se pondrá de acuerdo para elegir un fiscal general. Así, nuestro astuto presidente podrá nombrar a quien quiera con un decreto supremo y protegerse de las docenas de juicios que ya se asoman en el horizonte. ¡Una jugada magistral! Porque nada mejor que anticipar la tormenta y guardar el paraguas para cuando la tormenta comience a caer.
¡Qué líder tan comprometido! ¿O será que le entró un miedo peor que el de un perro regañado? La verdad es que lleva un tiempo con la cola entre las piernas, pero ¡hey!, así son las cosas en la política criolla. Y no es que su antiguo jefe de partido haya recuperado la confianza de la gente. ¡Para nada! Quedó clarísimo que ambos –el líder ausente y el “regresado”– ya no inspiran ni lástima. Solo vergüenza.
Luego está el llamado "Zar de la Justicia". Se despidió con un discurso lleno de promesas de respeto a la Constitución. ¡Qué alivio, señores! Nos ha jurado que el ministro de Justicia no será designado fiscal general por decreto. Claro, porque todos conocemos la profunda honestidad que abunda en este gobierno. No nos sorprenderá cuando ese mismo "damnificado" aparezca como fiscal general en unos días, con un discurso tan falso como abrazo de suegra. ¡Qué jugada! Blindar a “Tilín” y a sus amigotes mientras la democracia se va por el caño. ¡Todo es posible en el país de las maravillas!
Por otro lado, la “diplomacia” boliviana también se luce. Nuestra canciller, con la brillantez de una vela en un huracán, se presentó ante un auditorio vacío en las Naciones Unidas. ¡Qué sorpresa! Y no es que el contenido de su discurso ayudara: pura quejadera doméstica y apoyo a causas más perdidas que un turista sin mapa. "Hablar de defender la madre tierra mientras los incendios devoran nuestros bosques"... ¡La hipocresía al más alto nivel!
¿Y qué pasa en Santa Cruz? Pues, la Fiscalía, en un arrebato de “valentía” digno de un cuento de hadas, ha decidido admitir una denuncia contra Mario Centellas por conducta antieconómica y manipulación informática. ¡Carajo! ¿Quién lo hubiera pensado? ¡El mismísimo Centellas, el hombre que conoce cada trapo sucio de "Tongo"! Pero no nos preocupemos demasiado; seguro que el alcalde Johnny ya está "haciendo todo lo posible" (o sea, pagando lo necesario) para que su compañero de 30 años salga inocente, aunque convenientemente alejado de la alcaldía. Porque, claro, ¿qué mejor manera de aparentar combatir la corrupción que sacrificando a uno de tus fieles, mientras te lavas las manos como un moderno Poncio Pilato? ¡Bravo, Johnny, bravo! La maestría en mantener el teatro de los corruptos vigente merece aplausos.
Y la “oposición” ... ¡qué estampa tan entrañable! Ya se conoce de una alianza entre Mesa, Doria Medina, Camacho y Tuto. Un cuarteto que se puede titular “Ahora Sí, ¡Ya no Más Derrotas!”. Cada uno de ellos ha tenido el privilegio de perder contra Evo no una, sino dos y tres veces. Pero, como el buen vino, la política se saborea mejor con los años... y con muchas derrotas, claro. Se están repartiendo los futuros espacios de poder como si ya tuvieran el pastel listo para cortar.
Y qué decir del alcalde de Cochabamba, Manfred Reyes Villa, llegando a Santa Cruz con una cara de cemento armado, después de insinuar que los cruceños solo sirven para ministros y no para gobernar el país. ¡Qué sutileza, Manfred! Eso sí, con la hipocresía que lo caracteriza, se niega a declararse candidato presidencial mientras les manda indirectas a los demás, sugiriendo que se bajen de la carrera electoral si no tienen el suficiente apoyo. ¡Ja! Otro candidato más, de los que ha perdido tantas elecciones que se cree con derecho a gobernar por descarte.
Lo que vemos en Bolivia no es más que una burla constante a la justicia, a la ética y al sentido común. El gobierno actual demuestra su incapacidad para lidiar con las crisis, mientras que su habilidad para entorpecer la transparencia es, francamente, de otro nivel. ¡Ni Houdini se lo habría imaginado! La economía se tambalea, el contrato de gas con Argentina se fue al tacho y el gobierno nos pinta un Brasil salvador, como si no supiéramos que solo son cuentos de camino.
Y, por supuesto, el dólar sigue en su "rango de gloria" de los 10 Bs. El gobierno lo celebra como una gran victoria, mientras el desabastecimiento de combustibles continúa. ¡Qué maravilla! Todo es "normal", dicen. No hay crisis, solo colas interminables en los departamentos que el gobierno prefiere ignorar.
Aquí estamos, testigos de un circo donde el cinismo y la corrupción se llevan los aplausos. El verdadero peligro es que, mientras sigamos aceptando este desfile de payasos, el país continuará atrapado en un ciclo de engaño y decadencia. Porque al final, estos personajes harán cualquier cosa para mantener su "show" en marcha, sin importar el precio que pague la nación.
Pero la pregunta sigue en pie: ¿Hasta cuándo? ¿Cuánto más permitiremos que estos aspirantes a malabaristas sigan jugando con nuestro futuro? Bolivia merece algo mejor. ¡Es momento de poner fin a esta tragicomedia!