Evo Morales contaba que cuando era niño
iba a los caminos a esperar que le tiren pan duro para comer. Tal vez eso pueda
explicar por qué, al llegar al poder “se puso al día” haciendo vida de rey,
rodeado de lujos, viajes, aviones y toda clase de caprichos. Habrá que pensar
que su vida sexual también estuvo llena de privaciones, lo que hace
comprensible que, tanto el cocalero como su entorno hayan convertido al palacio
de gobierno en una casa de citas. Tampoco sorprende que Luis Arce, con esa
pinta poco seductora, haya aprovechado su cargo para comenzar a pescar algo. No
por nada el famoso estadista Henry Kissinger decía que el poder es el mejor
afrodisiaco que existe, aunque el escritor Oscar Wilde, aseguraba que el sexo
en estas circunstancias no es más que un trofeo, una satisfacción instintiva
que termina transformándose en miseria degradante. El hombre que ama -decía
Hemingway- haría cualquier cosa por su pareja, pero en este caso, la constante
ha sido el abuso, la humillación y la cobardía, tal como pasó con Evo Morales
cuando dijo que no recordaba a Gabriela Zapata, a quien llamó “cara conocida”.
El problema es que esto tiene un gran costo. Según el poeta Mark Twain,
"el hombre es la única criatura que sufre tan intensamente por el sexo
excepto por la gallina cuando pone un huevo".