Cuando el país gritaba en 2019 que nunca más querían a Evo en el poder, nadie jamás imaginó el desenlace que tendría ese deseo colectivo, ni qué tan lejos llegaría.
Una de esas 21 noches de vigilia esperando la renuncia del cocalero, Luis Fernando Camacho dijo que tenía grandes noticias para los bolivianos y todos imaginaron la revelación de alguno de los secretos del amo del Chapare, cuyos antecedentes por narcotráfico, asesinato y pedofilia siempre fueron de dominio público.
Menos mal que no divulgó nada y que tampoco prosperaron los juicios por abuso de menores que se iniciaron durante el gobierno de Jeanine Añez. Tampoco sería prudente que la DEA o algún agente externo hiciera algo en este momento contra el ex presidente. La izquierda es muy hábil para victimizarse en cualquier circunstancia. Lo estamos viendo con los terroristas. Resulta que ahora son santos dignos de devoción y hasta en Harvard los defienden.
Con todos esos antecedentes tan nefastos, Evo Morales fue arropado por México, por Argentina y por muchos que lo consideraban un mártir. Haberlo apresado hubiera sido equivalente a lanzarle un salvavidas y lavarle la cara de fraudulento que -menos mal-, quedó muy bien documentada por la Organización de Estados Americanos (OEA), que por primera vez en mucho tiempo actuó tan drásticamente con un dictador izquierdista.
Las divisiones internas siempre han existido en todos los partidos. Por eso los autócratas suelen matar todo lo que crece a su alrededor para que nadie le haga sombra. Evo Morales no sólo olvidó esa lección sino que, al huir, dejó su asiento al cuidado de Arce, un tipo que no pintaba para traidor, pero que ha resultado peor/mejor de lo que se esperaba.
No sabemos si Arce va a meter preso a su “jefazo”, pero ha llevado las cosas a un extremo, que ya no existe retorno. O mata políticamente a Morales o el cadáver será él. Es más, ahora que se habla mucho del ascenso político de Andrónico Rodríguez, otro de los delfines del cocalero, será imposible hacer como que no haya pasado nada. A estas alturas ya no hay lealtad que valga y pagará muy caro cualquiera que se atreva a mantener el manto de impunidad sobre el supuesto pedófilo.
Morales ya no tiene excusa. Es el cuchillo de la casa el que tiene en su garganta y Arce va a tener que usarlo si no quiere correr la misma suerte. Si el MAS pretende sobrevivir va a tener que dejar el espectáculo a un lado y actuar genuinamente en función de lo que marca la opinión pública, que en este momento está hambrienta de justicia y quiere el fin de la impunidad. Si hace algo bueno, tal vez pueda salvarse, siempre y cuando la crisis no reviente y barra con todos.
No sabemos si Arce va a meter preso a su “jefazo”,
pero ha llevado las cosas a un extremo, que ya no existe retorno. O mata
políticamente a Morales o el cadáver será él. Es más, ahora que se habla mucho
del ascenso político de Andrónico Rodríguez, otro de los delfines del cocalero,
será imposible hacer como que no haya pasado nada. A estas alturas ya no hay
lealtad que valga y pagará muy caro cualquiera que se atreva a mantener el
manto de impunidad sobre el supuesto pedófilo.