La Organización de las Naciones Unidas (ONU), madre de todas las organizaciones internacionales, fue fundada en 1945, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, con la principal misión de buscar la paz en el mundo, evitando la guerra a cualquier costo. Antes de la ONU, con el mismo objetivo de evitar conflictos, se había conformado la Sociedad de Naciones (SDN).
La SDN surgió al término de la Primera Guerra Mundial, en 1919, impulsada por Woodrow Wilson, el padre del Idealismo Político Internacional, con el objetivo fundamental de mantener la paz y prevenir conflictos. El sueño de la Escuela Idealista de las Relaciones Internacionales era "nunca más guerra" después de los devastadores efectos de la Primera Guerra Mundial en Europa, que dejó 18 millones de muertos y 20 millones de heridos y mutilados. Para evitar nuevas guerras, la SDN buscó generar un sistema de seguridad colectiva mediante la resolución pacífica de los conflictos.
Sin embargo, antes de consolidarse, en 1939 estalló la Segunda Guerra Mundial, poniendo fin al sueño de la "paz perpetua" que inspiró a Immanuel Kant. Las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial fueron aún más devastadoras que las de la primera, con cerca de 60 millones de muertos y el uso de dos bombas atómicas. Fue uno de los conflictos más destructivos de la historia.
En ese contexto, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, nace la ONU, como una continuidad de la SDN, con la misión esencial de mantener la paz y la seguridad internacional. Teóricamente, la ONU tiene la potestad de tomar medidas colectivas para prevenir y eliminar las amenazas a la paz. Para estos fines, se crearon el Consejo de Seguridad, la Asamblea General y la Corte Internacional de Justicia (CIJ), instancias de las que carecía su predecesora, la SDN.
A diferencia de la SDN, la ONU logró un alcance universal al congregar a todos los Estados del mundo. Actualmente, cuenta con 193 Estados miembros. Aunque ha ampliado los ámbitos de su acción para incluir temas como el desarrollo sostenible y la protección del medio ambiente, en su misión fundamental de evitar guerras y barbaries ha sido un fracaso. Desde su fundación, no ha logrado prevenir ni detener las guerras.
Ciertamente, enfrenta muchas limitaciones derivadas de la complejidad y dinamismo de los conflictos. Desde su creación, se han producido cerca de 250 conflictos armados en diferentes partes del mundo, ante su impotencia.
En el siglo pasado, durante la Guerra Fría, la ONU no pudo evitar la Guerra de Corea, la Guerra de Vietnam ni varios conflictos en Oriente Medio, como la Guerra de los Seis Días, la Guerra de Yom Kipur y la Guerra entre Irak e Irán. Su actuación en la Guerra de las Malvinas fue ambigua, y también fue incapaz de detener la Guerra de los Balcanes.
En las primeras décadas del siglo XXI, tuvimos la Guerra en Afganistán, que comenzó después del ataque a las Torres Gemelas, así como la Guerra del Golfo Pérsico entre Estados Unidos e Irak. Actualmente, enfrentamos la guerra entre Rusia y Ucrania, que comenzó con la invasión rusa en febrero de 2022. Este conflicto entraña un riesgo significativo de escalada internacional, con el posible uso de armas nucleares.
Recientemente, ha cobrado fuerza el conflicto en Oriente Medio entre Israel, Palestina, Líbano, Irán y las células terroristas de Hamas y Hezbolá. El último ataque de Irán a Israel con misiles balísticos ha "echado gasolina al fuego".
Justamente, en medio de esta escalada de conflictos, entre el 19 y el 26 de septiembre, los líderes mundiales se reunieron en Nueva York en la 79ª Asamblea General de las Naciones Unidas, bajo el lema "Reconstruir la confianza y reactivar la solidaridad mundial". Hipócritamente, los jefes de Estado y ministros de 193 países debatieron cómo avanzar para alcanzar la paz y el desarrollo sostenible.
Entre las intervenciones más hipócritas se destaca la del Secretario General, Antonio Guterres, quien hizo un llamado a los líderes mundiales para "trabajar juntos en la resolución de conflictos y promover la paz y la seguridad internacional". La doble moral también estuvo presente en las intervenciones de Joe Biden, presidente de los Estados Unidos; Gustavo Petro, presidente de Colombia; Recep Erdogan, presidente de Turquía; y Volodimyr Zelensky, presidente de Ucrania.
Si evaluamos las intervenciones a la luz de los resultados, se puede afirmar que todas las asambleas anuales de la ONU son un teatro. Todos los años asistimos a un intercambio de palabras vacías, discursos con retóricas huecas y sin contenido. Al final, todo se reduce a una verborrea inútil, mientras continúan las guerras y nadie detiene la destrucción del medio ambiente.
En este contexto, en términos de evitar guerras y conflictos, la ONU y sus asambleas son un verdadero fracaso. (El autor es profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San Simón).