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La providencia divina (parte 1)

La providencia divina (parte 1)
Javier Gómez
| 2024-10-19 08:15:00

Según mi apreciación uno de los versículos más misteriosos de la Biblia es Romanos 8,28: “Por lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio”, porque expresa la internalización que hizo Pablo de Tarso sobre cómo obra la providencia de Dios… ¡Dios interviene en “todas” las cosas para nuestro bien!

¿Qué es entonces la providencia divina?

En sentido amplio es: cuidado que Dios consagra a la Creación en general. En sentido estricto: designa las intervenciones divinas mediante las cuales las criaturas son guiadas hacia su fin.

“A la reiterada y a veces dubitativa pregunta de si Dios está hoy presente en el mundo y de qué manera, la fe cristiana responde con luminosa y sólida certeza: ´Dios cuida y gobierna con su Providencia todo lo que ha creado´” (Juan Pablo II).

Según el catecismo de la Iglesia Católica, providencia divina es: “Llamamos divina providencia a las disposiciones por las que Dios conduce la obra de su creación hacia esta perfección: ‘Dios guarda y gobierna por su providencia todo lo que creó´, ´alcanzando con fuerza de un extremo al otro del mundo y disponiéndolo todo suavemente’ (Sb 8, 1). Porque ‘todo está desnudo y patente a sus ojos´ (Hb 4, 13), incluso cuando haya de suceder por libre decisión de las criaturas´ (Concilio Vaticano I: DS, 3003)” (Catecismo de la Iglesia Católica 302, 303).

“...hay dos elementos presentes en el concepto de la Divina Providencia: el elemento del cuidado (´cuida´) y a la vez el de la autoridad (´gobierna´). Se compenetran mutuamente”, y “la Providencia del Creador como sabiduría transcendente y para nosotros siempre misteriosa, abarca todo” (Juan Pablo II).

En palabras de Jesús la providencia es abandonarnos, no en nuestros recursos, (aunque debemos agradecer por ellos), sino confiar absolutamente en el Padre: "Miren cómo las aves del cielo no siembran, ni siegan, ni encierran en graneros, y su Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes más que ellas?... Y del vestido, ¿por qué preocuparse? Aprendan de los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan ni hilan. Pues yo les digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana es arrojada al fuego, Dios así la viste, ¿no hará mucho más con ustedes, hombres de poca fe?" (Mt 6, 26-30; cf. también Lc 12, 24-28).

Y sobre estas afirmaciones de Jesús, Juan Pablo II nos dice: “Con estas palabras el Señor Jesús no sólo confirma la enseñanza sobre la Providencia Divina contenida en el Antiguo Testamento, sino que lleva más a fondo el tema por lo que se refiere al hombre, a cada uno de los hombres, tratado por Dios con la delicadeza exquisita de un Padre”. También añade: “En esta página evangélica sobre la Providencia se encuentra la verdad sobre la jerarquía de los valores que está presente desde el principio del libro del Génesis, en la descripción de la creación: el hombre tiene el primado sobre las cosas. Lo tiene en su naturaleza y en su espíritu, lo tiene en las atenciones y cuidados de la Providencia, lo tiene en el corazón de Dios”

La fe en Cristo nos motiva, en todo momento a abandonarnos en las manos de Dios para todo: “un alma que confía en Dios no tiene por qué temer” (San Pío de Pietrelcina). Seguiremos profundizando sobre el tema en otras entregas.