Miradas

Salvar a Bolivia de Morales

Salvar a Bolivia de Morales
Rolando Tellería A.
| 2024-10-23 07:12:07

En esta coyuntura histórica, es urgente y crucial para el futuro de las próximas generaciones salvar a Bolivia de Evo Morales.

El infortunio de Bolivia con sus gobernantes es un rasgo esencial de nuestra historia. Entre esos malos gobernantes, sin embargo, el más nefasto ha sido Evo Morales. Es también, para mayor desgracia, quien más tiempo ha permanecido en el poder. Tras los últimos episodios en los que se lo involucra en actos oscuros y depravados, es aterrador pensar en su posible regreso al poder.

Morales, quien en principio parecía un buen gobernante, terminó, con el tiempo y la descomunal concentración de poder, enfermo del “síndrome de hubris”, la patología del poder. Ya en 2011, observé en sus discursos y decisiones esa tendencia inexorable que señala el sociólogo Robert Michels: el poder transforma a las personas, y más aún cuando hay concentración y una exposición prolongada. En ese momento, pensaba que el poder había transformado a Morales, ese humilde aimara y líder cocalero que asumió el poder el 22 de enero de 2006, prometiendo una transformación radical. Sin embargo, años después, cambié profundamente esa opinión inicial. El poder no transformó a Morales; el poder reveló su naturaleza perversa, exponiendo su verdadera esencia.

Sobre si el hombre nace bueno y es la sociedad la que lo corrompe, se ha escrito mucho. Rousseau y Kant sostenían que el hombre es bueno por naturaleza y que la sociedad lo degenera. Por otro lado, pensadores como Nicolás Maquiavelo y Thomas Hobbes, afirmaban que el hombre es malo y egoísta por naturaleza, actuando siempre en función de sus intereses. Añadamos ahora el factor del poder: ¿Qué ocasiona el poder en las personas? ¿Las transforma o simplemente revela su verdadera naturaleza?

En el caso de Morales, al principio parecía que el poder estaba fraguando una profunda metamorfosis en su personalidad. Las adulaciones de su feligresía lo endiosaron, y fue incluso comparado con Jesucristo por su entonces vicepresidente, Álvaro García Linera. Morales se creyó insustituible, convencido de que podría ser presidente eterno. Siguiendo las reflexiones de Michels, pensé que el poder lo había transformado en su peor versión, reflejada en su excesiva vanidad, arrogancia y ambición de poder.

Sin embargo, tras los acontecimientos de noviembre de 2019, cuando Morales fue alejado del poder por una revuelta popular, mi valoración cambió radicalmente. Me di cuenta de que el poder no lo había transformado, sino que simplemente reveló su naturaleza maligna. Nunca fue bueno, ni el poder lo cambió; era malo por naturaleza.

En 2019, acorralado por las circunstancias, Morales dejó el poder abruptamente. Aun así, intentó recuperarlo con una estrategia macabra: provocó un vacío de poder al forzar la renuncia de todos en la línea de sucesión constitucional, buscando generar caos y violencia extrema para volver como "salvador". Movilizó a sus grupos de choque en Sacaba y Senkata, buscando muertos para tener una bandera de lucha. Esas muertes, dicho sea de paso, son su responsabilidad directa.

El poder expuso las miserias más profundas de Morales, desde su despreciable trato hacia su ex pareja y el hijo que tuvieron, hasta las revelaciones de su vida privada, que muestran una perversión que supera a los más depravados emperadores romanos. Ahora, a estas miserias se suma la cobardía de intentar evadir a la justicia mediante bloqueos y violencia, negociando impunidad frente a los terribles delitos de los que se le acusa.

¿Cómo es posible que alguien con semejante naturaleza vuelva al poder? Bolivia no puede ser gobernada nuevamente por un depravado y pervertido. Alguien debe librarnos de semejante maldición.

En el campo de la oposición no se vislumbra ningún líder ni fuerza política con esa capacidad. En las actuales circunstancias, el único con capacidades reales de salvar a Bolivia de Morales es Luis Arce Catacora. En sus manos está esta ineludible responsabilidad histórica.