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Providencia divina (Parte 2)

Providencia divina (Parte 2)
Javier Gómez | Religioso y periodista
| 2024-10-26 07:30:00

“De la confianza nace en los santos esa tranquilidad inalterable, que los hizo siempre felices y tranquilos, aun en medio de los contratiempos”. (San Alfonso María de Ligorio) Aquí hablamos de la confianza en Dios, y esto viene de hacer vida lo que ya San Pablo afirma en Efesios 3,20: “A Aquel que tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo que podemos pedir o pensar, conforme al poder que actúa en nosotros”.

El abandono en la providencia de Dios es una constante ruptura con nuestros propios esquemas, y con el abandono de todo aquello terreno que nos dé seguridad, empezando por el dinero.

Lo primero que hizo Dios con personajes bíblicos como Abrahám y Moisés fue sacarlos de la riqueza material y llamarlos luego a seguirle en la pobreza, a lo largo de sus vidas fueron viendo cómo el Señor les fue confirmando por signos y prodigios que estaba con ellos.

El abandono en su providencia supone un salto de fe con la confianza de que Él obrará incluso con algo que supera lo que nosotros mismos esperábamos, pero esto requiere paciencia, espera en Él.

Nada lo dice o define mejor que esta afirmación: “La confianza en la Divina Providencia es la fe firme y viva de que Dios puede y nos ayudará. Que Él nos puede ayudar es evidente, porque Él es Omnipotente. Que Él nos ayudará es cierto, porque Él, en muchos pasajes de la Sagrada Escritura, prometió y fue fiel a todas sus promesas”. (Santa Teresa de Calcuta).

Lo dice la Madre Teresa, quien, a pesar de sus detractores, es un ejemplo vivo de abandono total en las manos de Dios especialmente cuando pedía a las mujeres que pensaban en abortar que no lo hicieran y le diesen esos bebés por nacer a ella, quien los cuidaría.

Abandonarse en la providencia es esperar una acción directa de Dios según su designio, que es y será siempre lo más conveniente para nosotros: “...hay dos elementos presentes en el concepto de la Divina Providencia: el elemento del cuidado ("cuida") y a la vez el de la autoridad ("gobierna"). Se compenetran mutuamente. Dios como Creador tiene sobre toda la creación la autoridad suprema (el "dominium altum"), como se dice, por analogía con el poder soberano de los príncipes terrenos. Efectivamente, todo lo que ha sido creado, por el hecho mismo de haber sido creado, pertenece a Dios, su Creador, y, en consecuencia, depende de Él. En cierto sentido, cada uno de los seres es más "de Dios" que "de sí mismo". Es primero "de Dios" y, luego, "de sí". Lo es de un modo radical y total que supera infinitamente todas las analogías de la relación entre autoridad y súbditos en la tierra”.

En pocas palabras: abandonarse en Dios es un ejercicio de abandono en su voluntad y un abandono de todo aquello que nos dé seguridad en nosotros mismos como para querer hacer lo que queremos, Dios con nosotros.

Javier Gómez | Religioso y periodista