Tras la búsqueda de un reconocimiento internacional que le permita “legitimar” el robo electoral del 28 de julio y, en consecuencia, ser juramentado por la Asamblea Nacional el próximo 10 de enero, Nicolas Maduro viajó inesperadamente a Rusia para participar en la Cumbre del BRICS.
Su intento de ingresar al grupo de economías emergentes, aunque quizás no haya sido su objetivo principal en esta aventura diplomática de Caracas, fue fallido. Desde antes Brasil, descontento con el empecinamiento de Maduro de desconocer la voluntad popular y rechazar directa o indirectamente los esfuerzos mediadores de Lula, se había pronunciado en contra del ingreso.
Una eventual incorporación de Venezuela al bloque le permitiría hacer frente a aquellos Estados que han condenado su deriva autoritaria y han actuado en consecuencia imponiendo medidas tanto individuales como de carácter general para forzar el retorno a la democracia, así como las decisiones multilaterales en Naciones Unidas, en la OEA y hasta en el marco de la misma Corte Penal Internacional.
La Venezuela de Maduro, golpeada económica, política y socialmente, podría solo ofrecer petróleo, cuya capacidad de producción está debilitada por la incompetencia y la corrupción. La economía está destruida, como lo saben todos dentro y fuera, por lo que sus “aportes” como economía emergente serían simplemente nulos.
De manera que el intento diplomático de Maduro de lograr el apoyo de los BRICS para ingresar al grupo se vieron frustrados por la torpeza que caracteriza al régimen. Lejos de acercarse, Venezuela se aleja y aísla en un mundo multipolar que avanza, aunque con dificultades. Además, como lo dijo el asesor de Lula, Celso Amorim, ampliar el grupo por simples razones políticas, desviándose de sus intereses originales, le convertiría en un nuevo grupo de países en desarrollo o Grupo de los 77 e incluso, una nueva versión de los No Alineados.
El régimen de Maduro se hunde dentro y fuera. Los escándalos aquí y allá le disminuyen y le colocan en una situación mucho más frágil que la que tenía antes del 28 de julio. El fraude cometido, el bajo nivel de su diplomacia y su reiterada conducta represiva han echado por la borda cualquier mediación que hubiera podido intentar Brasil para resolver la crisis. El régimen no entiende o no quiere entender que esa crisis no será unilateralmente, pasando por encima de los derechos de los venezolanos y la soberanía popular.