¿Dónde se ha visto que un expresidente bloquee un país con adeptos armados para que lo habiliten como candidato presidencial por cuarta vez y para obtener impunidad en varios juicios, incluyendo uno por estupro? Esto es exactamente lo que está ocurriendo en Bolivia con Evo Morales.
Este no es un bloqueo por motivos ideológicos o políticos, sino por intereses personales para evadir la justicia y retomar el poder. A Morales le importa poco el país y los bolivianos. Bolivia se está desmoronando. El país lleva 16 días paralizado por los bloqueos organizados tanto por Morales como por el gobierno.
Las carreteras están bloqueadas, lo que ha generado una escasez de alimentos y ha disparado los precios. Los camiones varados se han visto obligados a desechar frutas, verduras y leche, ya que se estaban pudriendo. El daño es enorme y las pérdidas son millonarias.
Tampoco hay gasolina ni dólares. Las filas para comprar combustible son algo nunca antes visto en Bolivia. Debido a la escasez de gasolina, el costo del transporte público ha aumentado, y cuando sube el transporte, sube todo.
En cuanto a la falta de dólares, ha surgido un mercado paralelo o “dólar blue”, que cotiza cerca de un 33% por encima del cambio oficial.
Los responsables de esta pésima situación económica son Morales y el presidente Luis Arce, quien fue su ministro de finanzas durante 13 años. El gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) despilfarró los 60 mil millones de dólares que Bolivia recibió por las exportaciones de gas a Brasil y Argentina, así como los 13 mil millones de las reservas internacionales. También vendió parte del oro del Banco Central y aumentó la deuda externa. Hoy, según el gobierno, la inflación es del 4,6%, aunque en realidad es mucho más alta.
Evo Morales dilapidó el dinero en frivolidades, construyendo edificios innecesarios, comprando aviones y erigiendo un museo en su honor que ahora está abandonado, en lugar de invertir en necesidades básicas como hospitales, escuelas e infraestructura.
El Estado ha contratado a cerca de 400.000 empleados públicos, la mayoría de los cuales son adeptos al MAS. Estos empleados contribuyen económicamente al partido y, obviamente, tendrán que votar por Arce en las próximas elecciones generales para proteger sus empleos.
¿De qué le sirve a Bolivia tener riquezas naturales como el litio y el gas si el gobierno es un pésimo administrador? Lo grave es que esta catastrófica situación política, económica e institucional solo trae más pobreza. Este es el Socialismo del Siglo XXI.
Un panorama similar enfrenta Venezuela, que posee las mayores reservas de hidrocarburos del mundo, pero el país está en bancarrota. No hay fuentes de trabajo, y siete millones de venezolanos se han visto obligados a emigrar.
A esto se suman las disputas constantes entre Luis Arce y Evo Morales, que se han convertido en enemigos irreconciliables, dividiendo al partido gobernante entre “masistas” y “arcistas”.
El domingo pasado, Morales denunció que fue víctima de un atentado en el Chapare mientras se trasladaba en automóvil. Afirmó que personas armadas dispararon 14 balazos contra él, de los cuales salió ileso, aunque el chofer resultó levemente herido. Morales responsabilizó a Arce de lo sucedido.
En respuesta, el ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo, aseguró que mientras miembros de la Fuerza Especial de Lucha contra el Narcotráfico (FELCN) controlaban las carreteras en el Chapare, Evo les disparó, intentando matarlos. Como resultado, el Estado ha iniciado un proceso penal contra Morales por tentativa de homicidio.
La oposición cree que lo sucedido es una farsa. El expresidente opositor Tuto Quiroga afirmó que fue “un circo y un montaje” con el que Morales busca distraer la atención de las denuncias de pedofilia que enfrenta ante la justicia.
El caos en Bolivia es tal que, a este paso, podríamos terminar como Venezuela, Nicaragua o Cuba.