A Luis Arce no le interesa la economía, seguramente porque no domina el tema y sobre todo, porque no conoce el único punto en el que Marx tenía razón: la política depende de la economía y no al revés. Para que se entienda más clarito: si la economía va bien, cualquiera puede gobernar. El mejor ejemplo lo brindaron los masistas entre 2006 y 2014, año en el que se acabó la bonanza y el falso milagro de Súper Lucho quedó al desnudo. Dos años después el cocalero Morales perdió el referéndum, en 2019 estaba huyendo y hoy no convence a nadie que es el “salvador de Bolivia”. Arce ha venido levantando cortinas de humo para tratar de esconder la calamitosa crisis económica e incluso ha llegado a instrumentalizar los incendios y los bloqueos para esos fines. Ni bien abrieron el paso en las carreteras, ha ordenado la suspensión de las elecciones judiciales en varias regiones, otro espectáculo que busca sobreponer la agenda política a la económica. Está jugando con fuego, del que arde sin necesidad de gasolina.