El ex presidente peruano, Alejandro Toledo, fue condenado a 20 años y seis meses de pena privativa de libertad por haber cometido delitos de corrupción. Estos hechos se configuran cuando el servidor público o autoridad que directamente o por interpuesta persona y aprovechando de las funciones que ejerce o usando indebidamente de las influencias derivadas de las mismas obtuviere ventajas o beneficios, para sí o para un tercero, será sancionado… La condena de Alejandro Toledo se suma a la de Rafael Correa, de Ignacio Lula Da Silva de Brasil (anulada) y de Cristina Fernández de la Argentina.
Toledo encarnó el retorno a la democracia en Perú y lideró las marchas contra el régimen fujimorista, capitalizando sus rasgos andinos para erigirse como el heredero del inca Pachacútec. Juró simbólicamente en la Fortaleza de Sacsayhuaman, en el Cusco, tal y como lo hacían los incas en la época del Tahuantinsuyo, luego subió hasta las alturas de Machu Picchu y, en medio de un aura mística, dijo: Vengo a pedirte, Cusco milenario, fuerzas para tumbar el desempleo y la pobreza en el Perú, ya no para tumbar una dictadura. Dos décadas después, aquel heroísmo de Toledo se ha hecho polvo, y su destino, como el de otros jefes de Estado que cayeron en las garras de la corrupción, será pasar sus últimos días tras los barrotes.
La Fiscalía demostró que Toledo, de 78 años, recibió 35 millones de dólares en coimas para favorecer a la constructora Odebrecht, en la concesión de los tramos 2 y 3 de la Carretera Interoceánica Sur, entre 2004 y 2005. El juicio se llevó a cabo a pocos metros del penal de Barbadillo, donde Toledo está recluido desde abril del 2023 tras ser extraditado de los Estados Unidos. La sala de la Dirección Nacional de Operaciones Especiales (Dinoes) fue inaugurada en agosto con el propósito de procesar a expresidentes peruanos.
Toledo “se coludió con particulares”, y tuvo una “injerencia inusitada para acelerar el proceso de licitación” de los tramos 2 y 3 de la Carretera Interoceánica Sur, que conecta a Perú y Brasil. El fiscal probó que para hacerse del dinero del soborno convenció a su amigo Josef Maiman de que sea su intermediario y reciba, a través de sus empresas, la coima de Odebrecht. Y que además de los 35 millones de dólares, Toledo recibió otros 30 millones de dólares entre el 2006 y 2011.
En los juicios contra los expresidentes el modus operandi mafioso ha sido el mismo: licitaciones públicas para construir infraestructuras como carreteras con sobreprecios, que no se terminaban o cuando se terminaban eran de tan mala calidad, que había que repetirlas y así sucesivamente, de modo que no se trataba de simples “hechos aislados”, sino de una degradación institucional en todos los niveles. A la luz de los resultados, los exgobernantes de Perú, Brasil, y Argentina no sólo han sido funcionales, sino que han promovido la corrupción. Y lo peor es que las desgracias no vienen solas (como las enfermedades) sino bien acompañadas de otros males como la inversión de valores, el culto al dinero fácil, la impunidad, la espiral de violencia.
La angurria por concentrar el mercado del poder, la opaca y pésima administración del Estado, la impunidad, el pernicioso caudillismo y prorroguismo, sin ser las únicas, figuran como las principales causas políticas de la corrupción. La falta de institucionalidad, independencia y separación de los poderes, libertad de expresión, transparencia y el deber de rendir cuentas, entre otros factores, se encargan de abonar igualmente el terreno para la corrupción.
Las prácticas corruptas siempre florecen en la oscuridad del totalitarismo, del autoritarismo y de las dictaduras, regímenes que limitan el poder a unos pocos sin tener que rendir cuentas al pueblo. En todos estos casos ha existido además no sólo abuso del poder sino también violación sistemática de los derechos humanos y las libertades públicas. En el caso particular de los exmandatarios del denominado socialismo del siglo XXI, que prometieron erradicar la corrupción, terminaron practicando lo que tanto criticaban y la mayoría condenados (o con procesos abiertos) por el manejo mafioso del Estado y los abusos del poder.