Evo Morales se ha convertido en una mala hierba, y solo aquellos que quieren labrar la tierra, cultivar y producir saben lo que significa lidiar con las plagas. No dan tregua y rebrotan cuando menos se lo espera. Hay que combatirlas constante y permanentemente, sin descanso, usando distintos métodos y cambiando de estrategia, porque sabemos muy bien que las alimañas son las que mejor se adaptan a los cambios. Se endurecen y se fortalecen mientras más se les ataca.
En 2019, Morales creía que su fin había llegado cuando esa inmensa ola lo aplastó. Lloraba como una Magdalena y pedía a gritos que le enviaran un avión, pues ni siquiera se sentía seguro en el Chapare. Estaba convencido de que lo iban a matar y lo mismo pensaron todos los matones que lo rodeaban y que se creían invencibles. Huyeron como ratas, escondiéndose en varias embajadas y solo salieron cuando se dieron cuenta de que algo raro había sucedido con los revolucionarios.
Se portaron tan bien con los causantes de la peor peste que haya sufrido Bolivia, que no hicieron más que tenderles la cama para que volvieran con mayor fuerza. Además de haber hecho sobrevivir al cocalero, han causado la peor catástrofe económica jamás vista, una que cada día nos acerca más a una crisis humanitaria.
Aparentemente, Evo Morales es hoy blanco de una guerra sin cuartel, pero eso no es verdad. Si el gobierno realmente quisiera, ya lo habría detenido, encarcelado y juzgado por las múltiples denuncias en su contra. Podrían entregarlo a Argentina, donde las acusaciones por pedofilia prosperan mucho más rápido que en Bolivia, pese a que las niñas que violaba son bolivianas, de origen campesino e indígena. La policía antidrogas de Estados Unidos debe estar ansiosa por tener al cocalero tras las rejas, pero ni siquiera prospera el pedido de extradición de Maximiliano Dávila, el hombre que podría aportar detalles lujosos sobre las vinculaciones del expresidente con los narcos.
El gobierno de Arce manda a sus sabuesos del Tribunal Constitucional a decir, una y otra vez, que Evo Morales ya no está habilitado para postularse, pero eso no tiene validez. El dictamen proviene de magistrados “truchos”, cuyos mandatos son ilegales y cuyas decisiones son nulas, pues ellos mismos fallaron a favor de prolongarse en sus cargos y han jurado lealtad al régimen para hacer y convalidar lo que le dé la gana a Lucho, incluso cosas peores que las que hacía el cocalero.
Luis Arce no tiene ni la legitimidad ni la fuerza moral para combatir a Evo Morales y sacarlo de la historia de Bolivia, que es lo que realmente merece. El gobierno de Arce es tan narco como el anterior, tan ineficiente, tan violador de las leyes y la constitución, tan abusivo y enemigo de los derechos humanos, tan destructivo de la economía y tan perjudicial para el país, que no hay forma de confiar en los supuestos esfuerzos que se hacen para combatir la mala hierba. La única alternativa es repetir la hazaña de 2019, pero eso no ocurre todos los días, y menos hoy, que estamos sumidos en la desidia.
Luis Arce carece de legitimidad y fuerza moral para enfrentar a Evo Morales. Su gobierno es tan corrupto, ineficiente y abusivo como el anterior, violando leyes, derechos humanos y destruyendo la economía. La única opción sería repetir la hazaña de 2019, pero la desidia actual lo dificulta.