Alfonsina Storni, nacida el 29 de mayo de 1892 en Suiza y criada en Argentina, es una de las figuras más emblemáticas de la literatura hispanoamericana. Su vida, marcada por la fuerza y la valentía, refleja el poder de una mujer que nunca permitió que las adversidades ni las limitaciones de su época la doblegaran.
Desde joven, Alfonsina demostró un espíritu indomable. Su inclinación por la poesía nació de su sensibilidad y de su profundo amor por las letras. A pesar de crecer en un ambiente humilde y de enfrentarse a una sociedad que restringía las oportunidades para las mujeres, destacó como docente, periodista y escritora. Su obra poética, reconocida por su honestidad y profundidad emocional, exploró temas como el amor, la soledad, el feminismo y la naturaleza humana. Entre sus obras más importantes destacan La inquietud del rosal (1916), El dulce daño (1918) y Mundo de siete pozos (1934), que la consagraron como una de las grandes voces literarias de su tiempo.
En 1935, la vida de Alfonsina dio un giro devastador: fue diagnosticada con cáncer de mama. Esta enfermedad representó un golpe profundo, tanto física como emocionalmente. Sin embargo, la poeta enfrentó este desafío con la misma valentía que había caracterizado toda su vida. En sus últimos años, su poesía adquirió un tono más introspectivo y trágico, aunque nunca dejó de ser una celebración de la vida y el arte.
El sufrimiento derivado de su enfermedad la llevó a tomar una decisión final impregnada de un sentido poético que define su legado. En la madrugada del 25 de octubre de 1938, Alfonsina caminó hacia el mar en La Perla, Mar del Plata, y se sumergió en sus aguas. Este acto final, lleno de simbolismo, reflejó su sensibilidad artística, como si en el mar hubiese encontrado un refugio eterno.
La muerte de Alfonsina no es solo una tragedia, sino también un recordatorio del poder del arte para transformar el dolor en belleza. Su vida y obra son el ejemplo de una mujer que, a pesar de sus heridas, vivió intensamente y dejó un legado que sigue inspirando generaciones. Alfonsina no solo fue una luchadora incansable; fue una artista que dio sentido a su sufrimiento, convirtiéndolo en inmortalidad.