a decisión de la justicia boliviana de aceptar la extradición del exjefe antidrogas boliviano, Maximiliano Dávila, se produjo justo un día después del golpe que recibió el cocalero Morales, quien perdió la conducción del MAS luego de 25 años de liderazgo indiscutido. El “jefazo” enfrenta un sistemático bombardeo de su plataforma que lo encumbró como el máximo caudillo de la política de los últimos veinte años. Parecen muchos, por el enorme efecto destructivo que tuvo sobre el país, pero son pocos en comparación con el periodo de influencia que han tenido otros referentes de la política nacional. La diferencia es que, pese a que nunca hemos tenido un líder perfecto —ni lo habrá—, jamás habíamos estado frente a un sujeto tan indecente, que convirtió al gobierno en un burdel y al Estado en una inmensa fábrica de cocaína. El envío de Dávila a Estados Unidos podría convertirse en el mejor testimonio de lo que ha pasado en Bolivia en estas dos décadas, la mejor evidencia del nivel tan bajo en el que nos ha dejado Evo Morales, cuyo sucesor no lo está haciendo mejor.