La ilusión de que existen remedios estatales para todos los hombres reales o imaginarios de la sociedad boliviana tiene un atractivo irresistible para populistas de izquierda y demagogos de derecha. La exigencia de que el futuro gobierno “haga algo” frente a la crisis económica puede significar un alivio a corto plazo, con préstamos o haciendo que la maquinita siga imprimiendo más billetes, sin el respaldo en nuestras reservas internacionales. Además, ni siquiera somos sujetos de crédito porque las arcas del Estado están casi vacías, pero el efecto acumulativo de todas estas intervenciones estatales solo produciría más inflación. En un escenario económico totalmente estancado, todas estas medidas destruyen la base económica sobre la que se asienta todo lo demás en términos macroeconómicos, solo generan una baja tasa de crecimiento económico, una alta tasa de inflación y una elevada tasa de desempleo. Entonces: hagamos el diagnóstico y las posibles soluciones.
Es hora de un nuevo tiempo de ajuste económico. El modelo económico plural del Régimen del MAS solo genera escasez y pobreza. Este modelo económico es tradicional, basado en un sistema económico estatal, y es un modelo extractivista exportador de materias primas y recursos naturales (minerales, gas, petróleo, litio, bosques, etc.), que por mucho tiempo ha sostenido la economía boliviana. En la actualidad, este modelo es un fracaso. Todo el talento humano está empleado en la explotación de estos recursos naturales, y el país tiene que importar alimentos para poder alimentar a la población. La agricultura en Bolivia, sin tecnología e innovación, será siempre un fracaso, porque sus tierras de cultivo están erosionadas. El gas se agotó, y el occidente del país, potencialmente rico en recursos minerales, sigue siendo explotado salvajemente. El índice de desempleo entre los jóvenes sigue creciendo, y los jóvenes universitarios que han llegado a la edad laboral tienen una mala calidad educativa gracias al desbarajuste que representa la Ley 070 Avelino Siñani y Elizardo Pérez.
En resumen, el sistema económico centralizado no estimula la inversión privada y el país es incapaz de generar nuevas tecnologías innovadoras. Más "gobernitis" en realidad causa más daño a largo plazo a la economía boliviana, debilita la competitividad del país en su conjunto, impide que se produzcan grandes o pequeñas inversiones, y la inversión privada neta prácticamente ha desaparecido. Como resultado de todo esto, bajo el nivel de calidad de vida de los bolivianos, se genera más descontento de los sectores populares, antes bastiones del Régimen (campesinos, gremiales, transportistas y clase media), pidiendo a gritos un cambio de gobierno. Es por eso que allí donde hay un país dividido, la parte libre prospera: los “cambas” libres son tres veces más ricos que los “collas” socialistas. Santa Cruz produce ocho veces más alimentos que el resto del país.
Como conclusión, debemos pasar de una economía extractivista, estatista y por demás centralizada a una economía de servicios, diversificada, descentralizada y competitiva. Bolivia debe convertirse en una economía de servicios, basada en el turismo y la agroindustria, y utilizar las inmensas ventajas estratégicas que existen en nuestro país (el litio y su industrialización es nuestra superioridad económica). Debemos liberar nuestra economía, comerciar con nuestros amigos estratégicos, comerciar con nuestros enemigos, comerciar con todos es nuestra salvación. Así lograremos la recuperación económica de Bolivia, generando las condiciones para tener poder económico y mejorar nuestra capacidad de negociación en nuestras relaciones económicas.
Es hora de un nuevo tiempo de ajuste en la administración pública. Bolivia es un país anclado en el pasado en cuanto a su administración pública. Aquí existe una administración pública malintencionada, es un arte ignorado por los servidores públicos del Estado Plurinacional. Son demasiado orgullosos del poder que detentan o están muy ocupados en sus intereses particulares mediante el enriquecimiento ilícito, siendo excesivamente indiferentes al bienestar público de la mayoría de los bolivianos. En un estado de cosas semejantes, con un partido político hegemónico en el poder, actuando con autoritarismo, arbitrariedad y abuso de poder, y buscando que cada funcionario público se mantenga en su cargo, resulta de esto una multitud cotidiana de pequeños abusos y vejaciones que son causa del malestar y de las quejas enteramente justas de los ciudadanos contra el gobierno y contra el Régimen dictatorial que gobierna Bolivia.
En Bolivia, con el paso del tiempo, la corrupción se volvió más corrupta. Los altos capos de la administración pública en el Régimen del MAS, en sus diferentes niveles de gobierno (Ministerios, Gobernaciones y Municipios), se están embolsillando en plena crisis económica millas y millones de bolivianos, lo que tiene como resultado servicios públicos de mala calidad. que no dan solución a las demandas insatisfechas de la gente (alimentos, vivienda, servicios básicos, salud, educación y seguridad ciudadana). El gobierno gasta 80 bs de cada 100 bs que circulan en Bolivia. Las empresas públicas fracasan por la excesiva burocracia y corrupción. La inflación aumenta cada día más y los ingresos pierden valor adquisitivo. Todo es improvisación en cuanto al diseño, implementación y evaluación de políticas públicas y programas gubernamentales.
Como conclusión, está clarísimo: la madre de todos los varones en Bolivia es la burocracia y la corrupción, el gasto público innecesario. Y siento decirles esto, pero es un modelo de administración pública podrido, no funciona, es sistémico, maligno y es nacional. Igual que el cáncer, es una enfermedad que hay que combatir con meritocracia, modernización administrativa y con una nueva gestión pública original, con gobierno digital, para de una vez por todos extirpar estos tumores malignos de la administración pública. Queremos funcionarios públicos que, desde la cabeza, que es el presidente, hasta el último servidor público, ejerzan su cargo con la dignidad y ética que exige la confianza del gobierno y la población boliviana. Debe ser hostil a todo privilegio ya todo aquello que obstaculice una administración bien intencionada. Por eso, gobernar es dirigir, ordenar, supervisar y administrar los recursos públicos con toda eficiencia y eficacia. Los mejores deben hacerse cargo de la conducción del Estado. Hasta que no aprendamos eso, la realidad de Bolivia seguirá siendo la misma.