Los que reniegan de la democracia y afirman que es el peor de los sistemas de gobierno aseguran que el principal problema radica en el voto. No admiten que una inmensa mayoría de iletrados, personas que son fáciles de manipular y que caen en las redes de los charlatanes, sean los responsables de elegir a las autoridades, que, conociendo esa fatídica realidad, luego hacen de las suyas con el aparato público. Los regímenes populistas son los que mejor manejan esa ecuación al extremo de que usan la democracia y el voto popular para montar dictaduras como la que hoy está a cargo del país. Este problema persiste, pese a que -según datos comprobables-, cada vez hay menos analfabetos, la educación formal se ha masificado y hasta la profesionalización se ha extendido notablemente. Pero la democracia sigue sin avanzar y la mejor prueba es lo ocurrido este domingo con las elecciones judiciales, que nos convocó a votar por los peores individuos desde el punto de vista moral e intelectual. Esto va a empeorar en la medida que las personas de bien se mantengan indiferentes frente a esta democracia profundamente depravada.