“…mira lo que hicieron, no lo que prometen”
La presidencia no es una responsabilidad para aprender en el cargo. Es decir, para conducir un país se requiere de formación y experiencia. Caso contrario corremos el riesgo de improvisar y equivocarnos. Más aún, los candidatos no deben presentar solo lo que prometen hacer en el futuro, sino lo que han hecho antes: qué formación profesional, qué experiencia de gobierno, qué pruebas de integridad moral, qué apego a la democracia y qué apego a la institucionalidad han defendido.
El papel aguanta todo. Candidatos perfectamente ignorantes han ascendido a la presidencia de varios países con brillantes programas escritos por expertos y por asesores, pero que no correspondían al pensamiento, la capacidad y la práctica del candidato. Lo mismo aplica en el sentido contrario. Exautoridades y políticos cuya trayectoria es cuestionable, hoy se presentan como lo que no fueron ni hicieron y ofrecen ser y hacer todo lo opuesto.
Recuerdo que a principios de la década del 2000 los bolivianos opinaban que ya era tiempo de presidentes indígenas, que nunca más Bolivia podría tener un presidente que no lo fuera. Hoy, 20 años después, escuchamos decir que para salir de la crisis se debería buscar un Milei. Ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario, decía Cantinflas. Bolivia debe buscar un presidente que corresponda a su realidad, que interprete las aspiraciones de los bolivianos, de hoy y de aquí, sin fijarnos si es indígena o camba o colla...
Es inevitable que nosotros proyectemos nuestras preferencias en la figura de un aspirante a la presidencia, el hombre o mujer que nos gobierne, nos represente y que trabaje para el bienestar de todos. O a veces de nuestra región, grupo social o económico. Esto último da lugar a una fractura del cuerpo político que requiere de mucho cuidado para integrarlo como una sociedad toda. Este es el caso de Bolivia donde hay diferencias étnicas, culturales y geográficas que lo convierten en un país diverso. Pero ello no es un obstáculo para construir y fortalecer una identidad nacional, que es el principio de la unidad en la diversidad.
Por eso es importante que superemos los prejuicios que nos dividen. Debemos celebrar nuestra pluralidad, pero la misma no puede ser motivo de separación, de distanciamiento y menos de confrontación entre nosotros. Durante los últimos 20 años se han sembrado semillas de discordia, de odio y de revancha. Esa es una enfermedad contagiosa y letal. Contra ella tenemos que trabajar en el futuro próximo para sanarnos, curar el alma y reconocernos como hermanos de una misma nación. Ello es esencial para mirar el futuro con optimismo.
La celebración de primarias ciudadanas, asistidas por la tecnología –a través de la App “YoElijoDigital”– que nos ayudará a conocer y elegir a nuestros próximos gobernantes, es un ejercicio necesario para empezar a flexionar nuevamente nuestros sentidos y valores políticos colectivos. Tenemos que volver a celebrar la democracia, una verdadera, transparente y equitativa y un sistema político ciertamente representativo no sólo de la composición social y la división geográfica de nuestra patria, pero también de las circunstancias que se están viviendo, los problemas a resolver y la visión futura colectiva.
El Polity Project, que mide la calidad de las democracias, identifica cuatro factores clave: la libertad de las elecciones respecto al control gubernamental; los límites al poder ejecutivo; la apertura e institucionalización de la participación política; y la competitividad en el reclutamiento presidencial. En Bolivia, este último aspecto sigue siendo débil, lo que resalta la necesidad de implementar Primarias Ciudadanas, donde tanto la postulación de candidatos como la votación ciudadana sean inclusivas. Estas primarias, apoyadas por la tecnología, pueden hacer el proceso aún más participativo, transparente y confidencial, fortaleciendo la democracia en el país.
Ahora bien, una primaria constructiva y competitiva, como ocurre en las internas de los partidos en Estados Unidos, por ejemplo, podría ser una herramienta poderosa para elegir al mejor candidato único de oposición en Bolivia, pero conlleva el riesgo de que los precandidatos se ataquen entre sí, debilitando al eventual vencedor y proporcionando munición al candidato oficialista en la campaña general. Este fenómeno ya comienza a observarse entre algunos opositores. De todos modos, las primarias abiertas y competitivas son el camino que debemos abrazar.
Y ahí entramos en lo que debemos pensar para elegir a determinado candidato. Entre los 12 atributos más valorados por los bolivianos para elegir a su presidente, según una encuesta reciente, están "no es corrupto" (42%), "entiende cómo arreglar la economía" (38%), "traerá cambio" (32%), “representa a todos los bolivianos” (31%), “tiene experiencia en manejar crisis” (30%), “es un líder fuerte” (28%) y “está cerca de la gente” (27%).
En ese marco, se puede evaluar a cada candidato según su currículo, alineado a los criterios mencionados, para que sea evaluado, por la ciudadanía. Este enfoque permitiría elegir al mejor líder para enfrentar la agitación política y los desafíos económicos actuales del país, promoviendo una competencia basada en méritos y no en ataques personales o promesas.
*Es catedrático; fue alcalde de La Paz y ministro de Estado.