Evitar un accidente de tránsito requiere responsabilidad, atención plena y el cumplimiento de normas viales diseñadas para proteger la vida de todos los usuarios de las vías. La conducción segura comienza con el respeto a los límites de velocidad y la adaptación a las condiciones del entorno, como el clima, la visibilidad y el estado de las carreteras. Mantener una distancia prudente con otros vehículos es fundamental para reaccionar ante imprevistos, reduciendo así el riesgo de colisiones.
Uno de los factores más peligrosos y prevenibles es la conducción bajo los efectos del alcohol o las drogas. Estas sustancias afectan gravemente la capacidad de juicio, coordinación y tiempo de reacción del conductor, aumentando exponencialmente la probabilidad de un accidente. Optar por no conducir en estas condiciones no solo es un acto de responsabilidad individual, sino también un compromiso con la seguridad de todos. Si se consume alcohol o drogas, lo ideal es designar a un conductor sobrio, utilizar transporte público o recurrir a servicios de movilidad alternativos.
Además, es esencial evitar distracciones al volante, como el uso del teléfono móvil, ajustar dispositivos o atender a situaciones dentro del vehículo que desvíen la atención de la carretera. La concentración debe estar completamente dirigida a la conducción para anticiparse a cualquier peligro.
Un vehículo en buen estado también contribuye a prevenir accidentes. Realizar mantenimientos periódicos, verificar el funcionamiento de los frenos, luces y neumáticos, y asegurarse de que todos los sistemas estén en óptimas condiciones garantiza un manejo seguro.
En última instancia, la cortesía y el respeto por otros conductores, peatones y ciclistas son pilares de una conducción responsable. Ceder el paso, respetar señales de tránsito y actuar con paciencia pueden marcar la diferencia entre un trayecto seguro y una tragedia. Adoptar estas prácticas no solo salva vidas, sino que también fomenta un entorno vial más seguro para todos.
(Aníbal Romero Sandoval – Médico)