Bolivia enfrenta un panorama desalentador para el 2025 caracterizado por una crisis económica, política y social que parece no tener fin. En 2024, la economía boliviana sufrió una contracción significativa en su comercio exterior, con exportaciones que cayeron un 19 por ciento y un déficit comercial acumulado de más de 600 millones de dólares. La falta de divisas afectó gravemente la capacidad del país para importar bienes esenciales, como combustibles, maquinaria e insumos para la producción.
Esta situación tiende a agravarse con un modelo económico agotado que insiste en priorizar la demanda interna mientras desatiende el comercio exterior, clave para generar las divisas necesarias para la estabilidad económica.
La escasez de combustibles fue uno de los problemas más visibles del 2024. Largas filas en las estaciones de servicio y la dependencia casi total de las importaciones de diésel (86%) y gasolina (56%) reflejan una política energética desastrosa. Esta dependencia no sólo encarece los costos de producción, sino que también exponen al país a vulnerabilidades externas, como la volatilidad de los precios internacionales.
Por la manera cómo el gobierno ha encarado el problema de los carburantes, tendremos otro año de carencias, lo que sin duda alguna agudizará la falta de alimentos y, por supuesto, la inflación, que barrerá con todos los esfuerzos que hace el gobierno por controlar los precios con métodos policiacos.
Si no hay un cambio radical en las políticas públicas y económicas, el 2025 podría consolidarse como otro año perdido para Bolivia. La crisis económica seguirá profundizándose si el gobierno no toma medidas urgentes, como fomentar las exportaciones, atraer inversión privada y garantizar la seguridad jurídica.
Bolivia necesita un golpe de timón urgente, con políticas que pongan al país en el camino hacia la reconstrucción económica, la cohesión social y el respeto a la institucionalidad. De lo contrario, el bicentenario será recordado no como un hito de orgullo nacional, sino como un triste recordatorio de lo que pudo haber sido.
En el plano político, el 2025 se perfila como un año crucial para Bolivia, con la oportunidad de cerrar un capítulo autoritario que ha marcado su historia reciente. Según los análisis, la debacle interna del Movimiento al Socialismo (MAS) y la creciente unidad de la oposición podrían culminar en el fin de un régimen que ha erosionado las instituciones democráticas del país.
La expectativa no solo está en la transición política, sino en las proyecciones económicas que acompañan este cambio. Con una América Latina que promete un crecimiento moderado, Bolivia tiene la posibilidad de avanzar hacia un futuro de mayor estabilidad y prosperidad, siempre que las fuerzas democráticas consoliden un proyecto inclusivo y orientado a la libertad.