Óscar Wilde fue un escritor, dramaturgo y poeta irlandés cuya aguda percepción y brillante pluma dejaron un legado imborrable en la literatura universal. Nacido el 16 de octubre de 1854 en Dublín, Irlanda, en el seno de una familia culta, Wilde creció rodeado de influencias intelectuales. Su padre, Sir William Wilde, era un médico destacado, mientras que su madre, Jane Elgee, destacaba como poetisa y activista política.
Wilde se educó en el Trinity College de Dublín y en el Magdalen College de Oxford, donde desarrolló una pasión por el esteticismo, un movimiento que proclamaba la belleza como el propósito supremo del arte. Entre sus obras más reconocidas se encuentran El retrato de Dorian Gray (1890), una novela que explora la moralidad y la decadencia, y La importancia de llamarse Ernesto (1895), una comedia teatral célebre por su humor y crítica social aguda.
A pesar de su éxito, Wilde se enfrentó a una caída dramática. En 1895, fue condenado a dos años de trabajos forzados debido a su orientación sexual, lo que destruyó su reputación y minó su salud. Tras cumplir su condena, vivió en el exilio en Francia, en condiciones de pobreza y con su estado físico deteriorándose progresivamente.
Meningitis: la enfermedad que selló el destino de Wilde
En 1900, Wilde comenzó a presentar síntomas graves, como dolores de cabeza intensos, fiebre alta y rigidez en el cuello. Estos síntomas evolucionaron hacia confusión mental, dificultades para hablar y moverse, así como sensibilidad a la luz y fatiga extrema, todos ellos indicativos de meningitis en etapas avanzadas.
La meningitis es una inflamación de las meninges, las membranas que recubren el cerebro y la médula espinal. Puede ser causado por infecciones bacterianas, virales o micóticas y, sin tratamiento oportuno, resulta fatal en muchos casos. En el caso de Wilde, se especula que la enfermedad pudo estar relacionada con sífilis terciaria no tratada, aunque no existe consenso médico definitivo.
Años de adversidad, marcados por las duras condiciones carcelarias y la desnutrición, debilitaron su cuerpo, volviéndose vulnerable a enfermedades graves. A pesar de los esfuerzos de amigos cercanos, como Robert Ross, Wilde falleció el 30 de noviembre de 1900 en París, a los 46 años.
Un legado que trasciende el dolor
La trágica muerte de Óscar Wilde refleja las devastadoras consecuencias de la meningitis y las limitaciones médicas de su época. No obstante, su genio literario y teatral sigue siendo una fuente de inspiración. Hoy, su tumba en el cementerio Père Lachaise de París es un testimonio de su inmortalidad como uno de los grandes exponentes de la literatura y del espíritu humano frente a la adversidad.