Hace unos años, Luis Arce se hizo acreedor del apodo “el canastas”, cuando afirmó que una familia podía vivir cómodamente con 100 bolivianos, precio que le puso a la canasta básica. La gente se burló de él, ya que por más que trate de disimular la inflación y su incapacidad para hacer algo para contenerla, no debería recurrir a argumentos tan elementales, mucho menos cuando presume de ser un eximio economista. La explicación a una mirada tan simplona puede estar en la dieta rudimentaria que puede estar consumiendo, consistente en arroz, aceite y pollo que, según afirma, son los únicos productos que han subido de precio, como consecuencia de la especulación de los que producen estos alimentos (otra vez los cambitas ¿por qué los odias tanto Luchito?). A lo mejor al mandatario le hace falta un cafecito para que se relaje y no sea tan necio. Así se dará cuenta también lo caro que se ha puesto este producto. No le sugerimos que tome un calmante, porque tal vez le dé un infarto cuando vaya a la farmacia y compruebe los precios prohibitivos de los remedios. En este momento, lo único que sigue siendo barato en Bolivia es hablar al fósforo. Uyy, perdón, el fósforo también ha subido.