¿Se resignarán los venezolanos a la situación actual, a vivir en medio de la miseria, la represión y la crisis humanitaria, caracterizada por el éxodo de millones de ciudadanos? ¿Tendremos una nueva Cuba en América Latina? ¿Qué otros países seguirán el ejemplo de Venezuela, donde el dictador Nicolás Maduro ha prometido quedarse para siempre en el poder? ¿Se mantendrá la comunidad internacional expectante y complaciente con esta nueva tiranía a la que posiblemente terminarán defendiendo como pasa con el castrismo?
Venezuela ha tomado un camino ya conocido y muy exitoso para los sátrapas: el “modo Cuba”, una expresión que resuena con la amarga historia de la isla caribeña, donde la desesperanza, la represión y la miseria se perpetúan, fenómeno que ya marca la realidad que viven millones de venezolanos.
Desde que Hugo Chávez llegó al poder en 1999, la narrativa de "revolución" se construyó sobre un terreno fértil de promesas de justicia social y redistribución de la riqueza. La abundancia petrolera parecía ser la llave maestra para transformar a Venezuela en una nación más equitativa.
Pero, como en Cuba, el petróleo pronto se convirtió en la herramienta para consolidar el poder a través de un sistema clientelista donde la lealtad al régimen es comprada con subsidios, programas sociales y la creación de un estado que reparte migajas para garantizar que el pueblo no reclame el hambre que lo atormenta.
La resignación social que se apodera de los venezolanos no es casual. De la misma forma que los cubanos han aprendido a sobrevivir en la miseria, muchos venezolanos han llegado a aceptar un presente marcado por la escasez, la inflación galopante y la incertidumbre. La fuga masiva de jóvenes y profesionales, desesperados por escapar de un futuro sin horizontes, es la prueba más clara de que la esperanza ha sido secuestrada por un régimen que no tiene intenciones de cambiar.
Venezuela, bajo el “modo Cuba”, también ha caído en el aislamiento internacional. Las sanciones, aunque justificadas por la comunidad internacional ante las violaciones sistemáticas de derechos humanos, han exacerbado la crisis, pero también han servido para pintar al gobierno como víctima, consolidando aún más la narrativa del "enemigo externo", una táctica que Cuba ha utilizado con maestría durante más de 60 años.
El peligro de este modelo no se limita solo a Venezuela. Si bien el régimen de Ortega en Nicaragua es un ejemplo más reciente, el caso de Bolivia es preocupante. A la cabeza de Evo Morales y luego Arce, el país camina por una senda que no es ajena a lo que se vive en Venezuela: concentración del poder, dependencia del Estado y el riesgo de un sistema autoritario que se perpetúa a través de subsidios. y control social.
No es difícil llegar al estado de postración en el que se encuentran los cubanos y venezolanos, acostumbrados a vivir como mendigos, sin ánimo de luchar ni cambiar las cosas, resignados al encierro, el abuso y el miedo. Como dijo alguien recientemente, a Bolivia le puede pasar también lo de la rana que se queda en el fondo de la olla mientras la dictadura le pone más leña al fuego.