En estos tiempos recios y convulsos, ser moderno significa vivir estresado, cansado y muy angustiado. Y lo es por la sencilla razón de que estamos ahogados con desinformación, con odio, con rencillas y con una grandísima humillación institucionalizada que a diario hunde las cabezas de los bolivianos honestos de este país, en el piso.
Vivimos tiempos de indecencia en todos los
frentes. Desde la clase política sumida en una mediocridad que linda con el
absurdo y lo bufonesco; autoridades negligentes e incompetentes que derrumbaron
todas la instituciones y cuyo único mandato es el de sojuzgar y avasallar a
cada uno de los bolivianos legales del país, hasta la máxima desidia hacia todo
aquello que es decente.
Nos han impuesto –desde la cúpula masista– a
la angustia y a un malvivir cotidiano como si fuera un estado natural o, como
mínimo, inevitable. Esta humillación hacia los bolivianos legales –condenados a
una soledad y miseria– es el sello personal e intransferible del movimiento al
socialismo. Es la misma depauperación a la que condenaron durante más de medio
siglo a los cubanos y ahora lo hacen en contra de los venezolanos y
nicaragüenses.
Desde ella hablo y en ella somos y nos
reconocemos, como seres desvalidos y perfectamente circunstanciales de esta
tragedia a las que nos tienen sometidos. Si usted paga sus impuestos, estará
condenado al estropicio diario. Con una espada abusiva que corta cabezas,
quiebra empresas, emprendimientos y la generación de empleos dignos y formales
en Bolivia. Cada día estará sujeto a multas irracionales, congelamiento de
cuentas, persecución sin cuartel y deberá lidiar con funcionarios desastrados a
quienes les importa un reverendo bledo si usted puede o no pagar sus
obligaciones. Usted será humillado y sólo le restará agachar la cabeza.
Si usted desea trasladarse de un departamento
a otro en avión, deberá someterse a los abusos de una aerolínea decadente,
inoperante y tenazmente déspota con sus pasajeros. Ellos vuelan cuando les da
la gana, cumplen los horarios que les da la gana y cobran lo que les da la
gana. Usted será humillado y sólo le restará agachar la cabeza.
Si opta
por viajar por tierra, estará recluido a un servicio de baja calidad, con
carreteras en pedazos, con choferes alcoholizados o coqueados y su vida y la de
su familia estarán en riesgo. Pedirá quejarse con alguien, reclamará controles
y hasta se desgañitará demandando soluciones. No habrá nada ni nadie que le
responda y usted será humillado y sólo le restará agachar la cabeza.
Si usted debe pisar una institución pública en
busca de resolver un trámite, una renovación de licencias, una autorización
municipal, solicitar un documento legal o la gestión de una solución legal a un
abuso cualquiera; o peor aún, si usted osa en poner un pie en alguna instancia
policial para solicitar auxilio, no sólo no lo tendrá, sino que lo más probable
es que termine siendo humillado y sólo le restará agachar la cabeza.
Bolivia es un país donde se vive con una
permanente angustia y donde se nos obliga a replantear muchas cosas a diario.
Desde irse con las pocas petacas que uno tiene, hasta apretarse los labios y
cerrar los puños con una profunda frustración.
Vivir como persona decente en Bolivia es
risible.
La indecencia gobierna. Estamos anegados en el
“ángulo oscuro” de la historia donde las instituciones humillan a sus
ciudadanos. No existe un mínimo de margen - material o legal -, que ponga un
poco de acento en el debido respeto y la consideración que en el marco
comunitario todos nos debemos entre todos con instituciones que deben – o que
deberían -cumplir con la ley.
La inoperancia, el fracaso o la desidia en
cuestiones esenciales de nuestra comunidad se traducen en un vejamen constante
que inflige inquina a todos nosotros como ciudadanos formales a quienes se
humilla y a quienes sólo se les deja como única opción agachar la cabeza.
Pero si usted es ilegal, contrabandista, informal, cocalero, masista, intercultural, poncho rojo, minero cooperativista o cualquiera de otra condición infamista para el sentido común, Bolivia es un paraíso. Usted caminará con la cabeza en alto, será respetado y protegido. Tendrá leyes a su favor y creadas sólo para usted, para que siga engordando su billetera ilegal. Contará con el privilegio de incendiar, chaquear, plantar hojas de coca en reservas naturales, podrá exigir tierras fiscales y siempre, pero siempre, podrá contar con el apoyo del poder. Podrá ser pedófilo confeso y vivir en la infamia e impunidad. Así que jamás se le ocurra ser legal y honesto y mucho menos decente, porque, seguramente, será humillado y deberá agachar la cabeza.