Donald Trump es una persona mercurial; puede lograr cosas muy buenas como muy malas. El tiempo lo dirá. En esta oportunidad nos referiremos a dos de las varias de las órdenes ejecutivas del pasado 20 de enero firmadas por el Presidente Trump. También a una tercera, que es una iniciativa tan “fuera de la caja” como interesante y entretenida.
Menos y mejor gobierno. Una de las órdenes ejecutivas fue la creación del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) cuyo principal propósito es recomendar recortes al gasto y a la burocracia gubernamentales; sin embargo, no tiene autoridad para ejecutar cambios. En 1982, el Presidente Ronald Reagan formó un grupo similar (Grace Commission) para simplificar el gasto federal. Sus recomendaciones fueron en gran parte ignoradas. De todas maneras, el esfuerzo que realice DOGE será importante incluso si no está a la altura de su facturación. Esta será una oportunidad histórica para EE.UU. porque Trump tiene un mandato para tal perturbación y Musk es un irruptor.
Los republicanos han prometido recortes presupuestarios dramáticos durante décadas sólo para no implementarlos. “Pretendemos que el presupuesto federal sea como sentarse en una mesa de la cocina para descifrar la economía familiar”, mencionó una vez el Jefe de Presupuesto en la presidencia de George W. Bush. “Esa es una mentira… es una quinta parte de la economía.” Musk ha mencionado que DOGE podría aspirar a recortar hasta US$2 billones (US$2 trillones en la nomenclatura de Estados Unidos) del presupuesto federal anual de US$7 billones y abolir muchas agencias. Los programas obligatorios como la Seguridad Social, Medicare, Medicaid y el seguro de desempleo representan alrededor del 60% del presupuesto federal. Más de US$800 mil millones del Departamento de Defensa se han considerado intocables por razones políticas. Lo que queda es alrededor del 15% que incluye ciertos beneficios para veteranos, subsidios agrícolas, gasto en carreteras y autopistas, etc. Para lograr los recortes de gastos de US$2 billones se necesitaría eliminar todo este gasto y todo el gasto en defensa. Aunque vale la pena apuntar alto, si se logra algo que repercuta en el gasto y la eficiencia federal, habría valido la pena. Veremos cómo se maneja e informa todo esto.
Deportación de indocumentados. La otra promesa emblemática de Trump es “llevar a cabo la operación de deportación más grande en la historia de Estados Unidos.” La administración de Dwight Eisenhower deportó a poco más de un millón de personas en 1954. El total reciente de más personas deportadas en un solo año lo tiene la administración de Barack Obama que en su apogeo deportó a poco más de 400.000 para un total de casi 2,7 millones en sus dos gestiones.
Se estiman entre 12-15 millones de indocumentados. La gran mayoría trabaja y el impacto sería severo. Los empleadores en los sectores que más dependen de estos trabajadores (cultivo de frutas y verduras, hotelería, construcción residencial, minería y algunas manufacturas) tendrían grandes dificultades para encontrar trabajadores legales que los reemplacen. Los trabajadores legales disfrutan de empleos elevados, salarios más altos y mejores condiciones que las que la mayoría de los inmigrantes indocumentados pueden disfrutar, y no aceptarían fácilmente trabajos peor remunerados. Esta escasez de mano de obra en industrias y lugares específicos generaría aumentos generalizados de precios a medida que se reduce la oferta. Adicionalmente, se estima que la inmigración crea empleos para ciudadanos y residentes legales: aproximadamente un empleo por cada diez inmigrantes empleados. Esto se debe a que los trabajadores inmigrantes y sus familias también son consumidores. Deportarlos disminuiría la demanda de todos los bienes y servicios. En resumen, el plan de deportación de Trump conduciría a un crecimiento más lento (si no a una recesión), a un aumento de la inflación y a una reducción del empleo para los ciudadanos y residentes legales.
Expansión territorial. Trump debe creer que está jugando Riesgo (Risk) en lugar de Monopolio. Sus amenazas de torcer el brazo económico de Dinamarca son impactantes. No creo que EE.UU. vaya a invadir Groenlandia. Tampoco es necesario anexar la isla más grande del mundo, suficiente con alcanzar acuerdos comerciales y sobre seguridad de mutuo beneficio. Si EE.UU. puede reclamar una esfera de influencia y amenazar con una guerra para imponer, ¿por qué no Rusia en Ucrania y China en Taiwán?
Anexar Canadá, tampoco creo que lo haga. Es interesante ver cómo gente desubicada del contexto mundial actual puede pensar lo contrario. El Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes comentó que: “Nuestro país fue construido por guerreros y exploradores... Es antiestadounidense tener miedo a los grandes sueños" (fuente X). Si es así, porqué no deja el mundo que Rusia anexe Crimea y querían lo mismo con Ucrania. Después de todo, Rusia tendría más “justificación” porque su historia está plagada de expansiones territoriales.
Por último y más preocupante porque es lo que estaría más al alcance de Trump, es volver a ocupar el Canal de Panamá después de 26 años de control panameño, sin descartar el uso de la fuerza. Su principal razón es que China controla el Canal. Eso es falso. Hay empresas navieras y empresas de logística chinas, como las hay estadounidenses, pero lejos de tener un control. Si EE.UU. quiere asegurarse de no dejar que China ocupe los vacíos que deja o ignore a sus vecinos del sur, que enfoque su atención geopolítica a través de mayores inversiones en la misma. América Latina tiene una brecha inmensa en infraestructura. Un reciente ejemplo y lección para EE.UU., es el financiamiento y administración por parte de China del puerto de Chancay en Perú que se convertirá en el mayor del Pacífico en América del Sur con las consiguientes ganancias geopolíticas y comerciales.
A propósito, a Trump se le ha presentado una oportunidad histórica y envidiable. Todos sus adversarios – China, Rusia, Irán y Siria – están debilitados. Y cómo si fuera poco, sus aliados europeos también. Tiene varios comodines con qué jugar.