No es ninguna casualidad el incidente registrado en un avión de la empresa estatal Boliviana de Aviación, cuyo motor falló justo cuando estaba a punto de despegar, causando pánico entre los pasajeros, que fueron evacuados mediante un operativo de emergencia.
No hay duda de que se trata del percance más grave que se ha producido en la aviación comercial en los últimos años y, precisamente, es la consecuencia de la mayor crisis aeronáutica que vive el país, tal como lo han descrito algunos expertos que alertan sobre el riesgo que corren hoy quienes se suben a los aviones de BoA.
No hace mucho, cuando la misma aerolínea fue noticia por una seguidilla de cancelaciones de vuelos, demoras y otras fallas importantes, se puso en evidencia que BoA atraviesa una grave crisis por falta de aviones, deudas millonarias acumuladas, complicaciones administrativas y ahora vemos que los problemas también involucran el estado de las aeronaves por la mala gestión del mantenimiento, un aspecto crucial para un negocio que requiere minuciosidad y extrema seguridad.
Un motor que comienza a botar humo en pleno carreteo y registra fuego en su interior no es algo para minimizar y tampoco es un problema que haya surgido de la nada. Es el producto de la negligencia, del descuido y de la desidia de personas que están haciendo las cosas muy mal, que no están bajo la supervisión de gente experta y que realizan su trabajo en un ambiente de improvisación, corrupción, malos manejos y una impericia que no se puede permitir en el transporte de pasajeros que arriesga las vidas de miles de personas cada día. Gracias a Dios, el motor se descompuso segundos antes del despegue, pues esa falla hubiese terminado en desastre si el avión hubiera levantado vuelo.
Los entendidos en aeronáutica alertan sobre el inminente peligro de que algo catastrófico pueda suceder, tal como ocurrió con la tragedia del avión de Lamia en 2016, que se originó en la desinstitucionalización que enfrentan todas las entidades relacionadas con el transporte aéreo, los aeropuertos, el control de vuelos, la supervisión y cada uno de los actores que tienen que ver con esta actividad.
No existe gente idónea en los puestos clave, los cargos se han politizado y no es raro toparse con un dirigente experto en avasallar tierras a cargo de alguna repartición que requiere alta capacidad técnica, experiencia y muchos conocimientos. Todo está sujeto a la improvisación, a las decisiones caprichosas de los acomodados del poder y nadie tiene la autoridad para ponerle freno a las irregularidades, como lo demostraron aquellos inmensos cargamentos de droga que terminaron en aviones comerciales sin que nadie haya visto nada en un aeropuerto de la importancia de Viru Viru..
No se trata de ser alarmista. Lo alarmante es que ni siquiera las continuas denuncias, los incidentes que se multiplican y la situación que tiende a agravarse son capaces de provocar la sensibilidad de los más altos niveles de decisión, que parecen estar esperando una tragedia de grandes proporciones para reaccionar.