Editorial

Cómo se destruye un país

Todas esas lacras siempre vienen juntas, pero se vuelven letales y altamente destructivas cuando llegan acompañadas de arrogancia, ignorancia, envidia y mala fe en quienes manejan la cosa pública, tal como lo estamos viendo en el caso boliviano.

Editorial | | 2025-02-10 08:40:15

Muchos se equivocan cuando aseguran que la corrupción, las ideologías equivocadas, la ineptitud o la falta de conocimientos técnicos, son los factores determinantes que empobrecen a un país. Todas esas lacras siempre vienen juntas, pero se vuelven letales y altamente destructivas cuando llegan acompañadas de arrogancia, ignorancia, envidia y mala fe en quienes manejan la cosa pública, tal como lo estamos viendo en el caso boliviano.

La arrogancia de los imbéciles es uno de los principales factores que llevan a la ruina económica. Convencidos de que su visión es infalible, imponen medidas que contradicen las leyes básicas del mercado y desprecian la opinión de expertos. No escuchan a los productores, empresarios ni economistas que advierten sobre los riesgos de sus políticas. En su soberbia, creen que pueden moldear la realidad a su antojo sin sufrir consecuencias.

Si a la arrogancia se suma la ignorancia, el desastre es casi inevitable. Los funcionarios toman decisiones desde el desconocimiento absoluto del funcionamiento de una economía. Creen que pueden fijar precios sin afectar la oferta, que pueden imprimir dinero sin generar inflación o que pueden impedir exportaciones sin perjudicar la producción. No entienden que la economía es un sistema complejo donde cada intervención tiene consecuencias inesperadas y perjudiciales.

La envidia también juega un papel clave en la destrucción económica. En lugar de fomentar el crecimiento y premiar el esfuerzo, adoptan políticas destinadas a castigar el éxito. Se promueve la hostilidad hacia los empresarios y productores, imponiendo trabas y regulaciones absurdas que limitan la inversión y la innovación. Se persigue a quienes generan empleo y riqueza, bajo el pretexto de combatir la "explotación" o de imponer una supuesta "justicia social" que, en realidad, solo produce mayor pobreza y desigualdad.

Bolivia es un caso actual de cómo una combinación de estos defectos está destruyendo la economía del país. No solo estamos gobernados por corruptos e incapaces, sino por verdaderos idiotas, en el sentido más destructivo de la palabra. Se trata de personas que no solo hacen daño a la economía del país, sino que incluso se perjudican a sí mismos con sus decisiones.

La teoría de la estupidez de Carlo Cipolla explica cómo el peor tipo de estúpido no es aquel que perjudica a los demás para obtener un beneficio propio, ni siquiera el que daña por simple malicia, sino aquel que causa daño sin beneficio para nadie. Es este tipo de sujetos el que hoy gobierna Bolivia. Un ejemplo claro es el veto a la exportación de carne, una medida que en su afán de "proteger" el mercado interno, sólo logrará reducir la producción y generar escasez, lo que derivará en un aumento de precios que afectará precisamente a quienes se supone que buscan beneficiar: los consumidores más pobres.

No solo estamos gobernados por corruptos e incapaces, sino por verdaderos idiotas, en el sentido más destructivo de la palabra. Se trata de personas que no solo hacen daño a la economía del país, sino que incluso se perjudican a sí mismos con sus decisiones.