Editorial

Contrabando violento e impune

Mientras el gobierno de Luis Arce mantiene un asedio sistemático contra los productores, los sectores formales de la economía y todos aquellos que generan riqueza...

Editorial | | 2025-02-12 01:26:44

Mientras el gobierno de Luis Arce mantiene un asedio sistemático contra los productores, los sectores formales de la economía y todos aquellos que generan riqueza y pagan impuestos, las mafias del narcotráfico y el contrabando operan con una impunidad alarmante.

En un país donde las leyes parecen diseñadas para proteger a la economía ilegal e informal, los esfuerzos por combatir estos flagelos son escasos y peligrosos para quienes los enfrentan.

Los recientes ataques contra militares en Patacamaya son una muestra brutal de esta situación. Dos uniformados fueron emboscados, golpeados y casi quemados vivos por un grupo de contrabandistas que, sin temor alguno a las consecuencias, actuaron con violencia extrema. Si no fuera por la intervención de unas valientes mujeres de la comunidad, los efectivos habrían sido asesinados, sumándose a la larga lista de víctimas en la lucha contra el contrabando: 16 muertos, 176 heridos y 8 incapacitados en los últimos seis años. Sin embargo, la indignación pública y gubernamental ante estos hechos es prácticamente nula.

El contrabando es una industria clandestina que no solo erosiona la economía formal, sino que también ha demostrado estar dispuesta a utilizar la violencia armada para defender sus intereses. No es casualidad que estos ataques se produzcan con tal nivel de organización y saña. El hecho de que los agresores en Patacamaya no fueran parte de la comunidad, sino individuos contratados para ejecutar la emboscada, evidencia la existencia de redes criminales estructuradas y con capacidad de movilización.

La normativa vigente es un escudo protector para los grandes contrabandistas. Las leyes actuales establecen montos absurdamente altos para tipificar el delito de contrabando, permitiendo que las mafias fraccionen su carga y eludan sanciones penales. Además, la falta de jueces y fiscales especializados en materia aduanera crea un cuello de botella judicial que favorece la impunidad. En otras palabras, el sistema está diseñado para permitir que el contrabando continúe floreciendo sin consecuencias reales para sus responsables.

El contraste con la persecución a los sectores formales es indignante. Mientras el gobierno hostiga a los empresarios, productores y comerciantes que cumplen con la ley, los grandes clanes del contrabando gozan de libertad para operar. No se observan peces gordos en la cárcel ni una voluntad política genuina para desmantelar estas redes. La pasividad del gobierno no es casualidad; responde a una estructura que, lejos de combatir la ilegalidad, la ampara y la protege.

Se necesita un cambio urgente en la política de lucha contra el contrabando. Se requieren reformas que reduzcan los montos de mercadería ilegal necesarios para tipificar el delito, el fortalecimiento del aparato judicial para procesar a los responsables y, sobre todo, un compromiso real por parte del gobierno de enfrentar a estos grupos con la misma energía que hoy dedica a perseguir a la economía formal. De lo contrario, Bolivia seguirá siendo un paraíso para las mafias y un infierno para quienes intentan construir un país basado en la legalidad y el trabajo honesto.

Mientras el gobierno hostiga a los empresarios, productores y comerciantes que cumplen con la ley, los grandes clanes del contrabando gozan de libertad para operar. No se observan peces gordos en la cárcel ni una voluntad política genuina para desmantelar estas redes.