Cuando en 1991, Nicolás Castellanos renunció a su cargo de obispo de Palencia, España, ya era famoso por sus grandes obras en favor de los pobres, pero también porque no era un hombre de callar las injusticias y los abusos que comete el poder político. Por eso es que le costó conseguir un destino cuando decidió buscar un lugar en el mundo dónde dar rienda suelta a su vocación de servicio.
En Bolivia le negaron el ingreso a Chuquisaca, uno de los departamentos más necesitados del país. El cardenal Julio Terrazas lo acogió en la Arquidiócesis de Santa Cruz y le pidió que se haga cargo del Plan Tres Mil, una zona donde apenas había una escuela que habían fundado unas monjas, insuficiente para atender las necesidades de una población que crecía vertiginosamente.
Un acaudalado hombre de negocios de España y amigo personal de Castellanos, le hizo una donación de dos millones de dólares, dinero que se convirtió en varios colegios, postas sanitarias, parroquias y otras obras que no hubieran sido posibles si esos recursos caían en manos del estado, un experto en derrochar a nombre de las necesidades de la gente.
Con semejantes resultados, el padre Nico, como le gustaba que lo llamen, recibió más donaciones, pues las obras de “Hombres Nuevos” ya habían logrado repercusión internacional. La humilde casa que habitaba, donde no había televisión ni aire acondicionado, fue visitada por la reina Sofía de España y muchas otras personalidades que le dieron apoyo financiero.
Castellanos y los miembros de su congregación no tocaban ni un solo centavo de las donaciones que recibían. Se mantenían con el dinero que recaudaba el obispo por la venta de los numerosos libros que escribió, con los honorarios que recibía por dictar conferencias en universidades y organismos internacionales y con los ingresos que le enviaban de España de su jubilación. Su lema era “si no vives como piensas, terminarás pensando como vives” y hacía de la vida frugal un culto.
En el Plan Tres Mil llegó a construir un balneario, pues pensaba que había que darles dignidad a los pobres para que ellos mismos se dieran cuenta que el cambio de mentalidad ayuda mejor que nada a salir de la miseria. No se limitó sólo a las obras de caridad y llevó adelante proyectos productivos de tal manera de no dar el pescado, sino enseñar a pescar. Tampoco se quedó en Santa Cruz, ya que las obras de su fundación llegaron a varios municipios del departamento y también a la ciudad de El Alto.
Como muchos que creen en las utopías, se entusiasmó con la llegada de un gobierno que hablaba de ayudar a los pobres, pero fue uno de los primeros en declararse totalmente decepcionado con el MAS y no tuvo reparos en criticarlo en sus artículos de prensa y en sus numerosas apariciones en los medios de comunicación.
Su partida de este mundo deja un enorme reto a los que hoy están a cargo de la Fundación Hombres Nuevos, gente de Santa Cruz y del Plan Tres Mil que tienen la misión de mantener y expandir el legado de Nicolás Castellanos. Sería una decepción que aquello se derrumbe y sobre todo, una triste constatación de que los bolivianos no somos capaces de surgir sin la muleta de alguien de afuera.
Su partida de este mundo deja un enorme reto a
los que hoy están a cargo de la Fundación Hombres Nuevos, gente de Santa Cruz y
del Plan Tres Mil que tienen la misión de mantener y expandir el legado de
Nicolás Castellanos. Sería una decepción que aquello se derrumbe y sobre todo,
una triste constatación de que los bolivianos no somos capaces de surgir sin la
muleta de alguien de afuera.