«En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres» (Lucas 18,2).
Así comienza una de las parábolas de Jesús, a quien le tocó luego ser juzgado por Poncio Pilato quien algo temía a los hombres, ya que hizo un show político para condenar a Jesús, sabiendo que era inocente. “Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la multitud: «No encuentro en este hombre ningún motivo de condena». (Lc 23,4). “Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: «Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes» (Mt 27,24). Obviamente no quedó inocente Pilato, pues dio la orden para crucificarlo.
Por si acaso, no podemos reducir la culpa a Pilato. Fue presionado por los Sumo Sacerdotes, fariseos, y sobre todo por la turba. Sabemos que todos somos implicados, porque todo pecado es rechazo de Dios, cruz para su Hijo, tristes consecuencias para el mundo entero.
Ahora los creyentes proclamamos al Resucitado como Juez de vivos y difuntos y la gente que no logra justicia con los jueces terrenales lo invocan como Justo Juez, a veces solicitando una Misa para pedir su intervención cuando se quedan frustrados con jueces corruptos o no pueden costear a abogados, trámites y agilizaciones para mover nuestra justicia boliviana.
“No les importa la justicia”. Así califican a los policías, fiscales y jueces que ponen trabas a la gente para resolver los casos, lograr su libertad, recuperar sus bienes, y devolverles la buena fama, o por lo menos conseguir la oportunidad para un nuevo caminar. El permanente abuso de quienes caen en sus garras, siendo culpables o inocentes, no les importa. La policía hace un show humillante con los “aprendidos”, que no pueden pagar para que los que pueden, sí, paguen. Se impone la prisión preventiva para prevenir una defensa eficaz que reduciría las ganancias clandestinas de todos los actores. Es una oportunidad para sacar dinero con una interminable serie de coimas. Todo el sistema está diseñado para maximizar las ganancias ilícitas de los encargados de la justicia, que legitiman este robo en sus mentes con la mentira de que están castigando a culpables. No les importa el sufrimiento ocasionado.
«Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano» (Mt 7,5; Lc 6,42).
Pero como no temen a Dios ni les importa los hombres, una reforma de la Justicia sería un verdadero milagro. Casi hubo, pero quienes tienen las mayores ganancias ilícitas obstaculizaron el intento. ¡Cuánto quisiéramos ver su conversión!, tal como sucedió con Zacarías al encontrarse con Jesús. Prometió dar la mitad de sus bienes a los pobres, y cuadruplicar lo que había defraudado (Ver Lc 19,8).
¡Oh, Jesucristo Justo y Divino Juez! Líbrame de todo peligro o accidente, defiéndeme de mis enemigos y socórreme en mis necesidades.
Haz proezas con tu brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos, y enaltece a los humildes, para que con María Santísima proclamemos tu grandeza y nos alegremos con tu salvación.
Querido lector, que Dios te bendiga.