Desde que el expresidente Carlos Mesa declinó su intención de postularse como candidato en las próximas elecciones generales, otros aspirantes han seguido el mismo camino, entre ellos Branko Marinkovic y el gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho. Estas decisiones han sido interpretadas como una señal positiva, una demostración de madurez dentro de la oposición, que parece comprender que, en esta ocasión, el error de la fragmentación no puede repetirse. La clase política tiene en sus manos una enorme responsabilidad: sacar a la ciudadanía del calvario en el que se encuentra y evitar que el país siga desmoronándose.
En 2019, la sociedad civil organizada le hizo el mayor favor a los políticos al sacar del poder a Evo Morales, una hazaña que la dirigencia tradicional jamás habría logrado por sí sola. Sin embargo, ese logro fue desperdiciado un año después, cuando la dispersión y las disputas entre los referentes democráticos permitieron que el MAS se reorganizara, retomara la iniciativa y ganara con holgura las elecciones de 2020, con las nefastas consecuencias que vivimos hoy.
Si en este momento no se toman decisiones acertadas, si no se realizan los gestos patrióticos necesarios y si no hay el desprendimiento requerido, no habrá otra oportunidad para sacar al MAS del poder. En unos años podríamos encontrarnos en una situación similar a la de Cuba: sin energía, en medio de la miseria y sin la más mínima posibilidad de derrotar a la dictadura. Estamos peligrosamente cerca de ese escenario y el régimen está decidido a llevar al país al colapso, pues su única estrategia de supervivencia es instaurar una tiranía sobre los escombros de Bolivia.
Los bolivianos no esperan sólo que el resto de los precandidatos que han estado en campaña sigan el ejemplo de quienes ya han dado un paso hacia la unidad, sino que todos trabajen en una propuesta conjunta que brinde certezas. Se necesita un plan sólido que demuestre que existe una salida a la crisis económica, que hay consenso para implementarla y que se dispone de los medios para devolverle al país la estabilidad, la productividad y la cordura, hoy eclipsadas por la irracionalidad más perversa que hayamos conocido.
Cada ciudadano debe tomar conciencia del abismo en el que nos encontramos, del peligro que representa el MAS y de que ni Arce, ni Evo Morales, ni Andrónico, ni cualquier otro dirigente de ese partido se apartará un solo milímetro del rumbo que el castrismo ha trazado para Bolivia. Esa es su única estrategia para mantener y perpetuar su hegemonía. La gente debe entender que la salvación del país depende de su voto, pero para ello es imprescindible que perciba una alternativa viable y convincente.
Por último, la oposición debe ofrecer certeza al electorado de que su voto estará protegido y no caerá en manos del fraude del MAS. La campaña para resguardar el sufragio debe iniciarse de inmediato, respaldada por expertos, tecnología y una organización capaz de involucrar a la ciudadanía. Este año, la oposición tiene el reto de inspirar confianza, movilizar a los bolivianos y lograr una victoria contundente en las urnas para que Bolivia deje de ser una pesadilla.
La oposición debe ofrecer certeza al electorado de que su voto estará protegido y no caerá en manos del fraude del MAS. La campaña para resguardar el sufragio debe iniciarse de inmediato, respaldada por expertos, tecnología y una organización capaz de involucrar a la ciudadanía. Este año, la oposición tiene el reto de inspirar confianza, movilizar a los bolivianos y lograr una victoria contundente en las urnas para que Bolivia deje de ser una pesadilla.