Muchos se preguntan cómo se puede ser feliz en un país donde se vive con la nieve al cuello casi todo el año y que pasa a oscuras varios meses. La respuesta está en el “estado de bienestar”, una política que Finlandia ha llevado al extremo, pues casi todo es gratis y de alta calidad, no sólamente la salud y la educación, pues los ciudadanos, que además son muy pocos (5,6 millones) reciben compensaciones para gozar de una vivienda cómoda e ingresos suficientes para una vida placentera. El precio de semejante lujo es una de las más altas cargas impositivas, que pueden alcanzar más del 50 por ciento de los ingresos, dinero que la gente paga con gusto, pues se trata de una de las naciones menos corruptas del mundo. Los finlandeses vienen ocupando el primer puesto de la felicidad durante los últimos siete años, sitial que podría debilitarse cuando tengan que sacrificar algunos lujos para comenzar a pagar por defensa y seguridad, ya que se trata de uno de los vecinos más amenazados por Rusia. La felicidad nunca es para siempre y mucho menos cuando hay que asumir todas las responsabilidades, no sólo las más gratas y cómodas.